26 de abril de 2011

Postal desde India - Círculos excéntricos en Jaipur


Fue Luis quien vio la foto y yo quien tenía la cámara. Pero las fotos no son de quien dispara, sino de quien mira, así que esta foto es más suya que mía. Desde lo alto del Palacio de los Vientos, en Jaipur, la ciudad rosa, la capital de Rajastán, descubrimos en su descanso a estas mujeres, trabajadoras en las obras de restauración del palacio, tomándose un respiro. Mucho de India está en esa foto, aunque no se vea: el color, la elegancia sensual de los saris de seda, el calor asfixiante de la época del monzón. Para mí, personalmente, el recuerdo de un viaje insustituible.

20 de abril de 2011

Buenas y malas noticias en torno a dos premios

Os dejo antes de irme a la playita para santificar con descanso estos días de Semana Santa un artículo, recientemente aparecido en el anuario de la Asociación de la Prensa de Guadalajara, que contiene algunas reflexiones sobre la dichosa y penosa profesión de periodista. Es un poco densito para un post pero, bueno, ahí va:

En 2009 tuve la suerte de que Vida Nueva, una revista religiosa de la que fui redactor y con la que colaboro de tanto en tanto, me encargase un artículo sobre el 20 aniversario de la matanza de la Universidad Centroamericana (UCA) José Simeón Cañas. Allí, el 16 de noviembre de 1989, fueron asesinados, a manos de tropas de élite salvadoreñas, los jesuitas Ignacio Ellacuría, Ignacio Martín-Baró, Segundo Montes, Amando López, Juan Ramón Moreno y Joaquín López y López, junto con su empleada doméstica, Julia Elba Ramos, y la hija de ésta, Celina Ramos. Los hechos sucedieron en medio de una gran ofensiva de la guerrilla salvadoreña contra San Salvador, la capital del país y en el marco de un cruel conflicto armado que se cobró la vida de unas 75.000 personas entre 1980 y 1991. Quedé satisfecho del resultado y lo presenté a varios premios. Los miembros del jurado del Premio Internacional a la Excelencia en el Periodismo de la Unión Católica Internacional de Prensa (UCIP) y del V Memorial de Periodismo Solidario Joan Gomis estuvieron de acuerdo conmigo en que era un trabajo bien hecho y me concedieron sendos premios que recogí en la segunda mitad de 2010. 


A raíz de estos galardones, una compañera periodista me entrevistó para un periódico de Guadalajara. La primera pregunta fue si este premio era una buena noticia. Le dije, evidentemente, que sí. Alrededor de estos premios hay, lo creo firmemente, muchas buenas noticias. Una es, por supuesto, el premio en sí. Otra, la existencia de unas personas como los jesuitas, que dedicaron toda su vida a, como decía el más representativo de todos ellos, Ignacio Ellacuría, “bajar de la cruz a los crucificados”. Una tercera, sobre la que me gustaría detenerme, es que haya revistas que le den espacio a este tipo de historias.

La mayor parte de mi carrera ha estado ligada a publicaciones del ámbito socio-religioso, como redactor o como colaborador. Tanto en Vida Nueva, como en Reinado Social (ahora 21) o en Mundo Negro he encontrado acogida a historias que no suelen aparecer en los medios generalistas. Historias ligadas a comunidades humanas que luchan por su dignidad y sus derechos, a ONGs que ponen en marcha proyectos de desarrollo, a personas que se comprometen en el intento de construir un mundo más justo. Historias también de cómo los intereses económicos y geopolíticos trituran la vida de miles de personas. (Esto de triturar proviene de una expresión de Karl Polanyi, una de las figuras clave de la antropología económica, que hablaba del molino satánico para referirse al sistema capitalista. Aunque en este país de ex nuevos ricos hayamos tardado en darnos cuenta de esto, es algo de lo que cada día, tristemente, tenemos más abrumadoras evidencias).

En Mundo Negro, por ejemplo, hablamos ya hace diez años de la seriedad de la situación en la  República Democrática del Congo. Durante los últimos 14 años, en este país han muerto más de cuatro millones de personas a causa de distintos conflictos armados cuya causa es la lucha por los ingentes recursos naturales del este del país. El más preciado de todos ellos, el coltan, es un mineral indispensable para la fabricación de teléfonos móviles. Extraído en condiciones infrahumanas en minas clandestinas del este del Congo, era trasladado a la capital de Ruanda (y, en menor medida, a las de Burundi y Uganda) antes de terminar su periplo en Occidente. Por supuesto, con el conocimiento, la complicidad o la incitación de compañías occidentales. 


Nadie más hablaba de todo ello. Centenares de miles de muertos no eran noticia para nuestros compañeros de los medios generalistas. Sólo en los últimos años, y en espacios más bien de segundo orden, la noticia ha comenzado a ser reconocida.

El silencio en torno a estos y otros hechos similares no es casual. No es fruto de la mala suerte o de la falta de atención de un par de becarios que ese fin de semana estaban a cargo del teletipo en el periódico. Es un silencio interesado en el que influyen muchos factores. En el caso de Congo –y de África en general– habría que señalar el deseo de que siga siendo un corazón de las tinieblas insondable. Así, bajo el telón de fondo de una brutalidad que se da por supuesta, las grandes multinacionales de Occidente –y, últimamente, chinas– o sus secuaces pueden explotar impunemente los recursos económicos de un continente inmensamente rico, relegado a la pobreza por razones que tienen mucho que ver con el resultadismo de los balances financieros de muy honorables compañías y bancos occidentales.

Razones semejantes valen para otras geografías. ¿Qué se publica en España de la lucha de los indios mapuches contra las inversiones de importantes compañías eléctricas españolas en Chile? ¿Y de la más que probada relación de importantes petroleras de nuestro país con fuerzas paramilitares culpables de extensas violaciones de los derechos humanos en Colombia?

Sin irnos a tales extremos y sin salir de España, es raro encontrar en la prensa noticias sobre los grupos de voluntarios de Pastoral Penitenciaria; sobre organizaciones como BASIDA, que acoge a enfermos terminales de sida, o cooperativas de autoconsumo que se organizan para comprar productos ecológicos directamente a los agricultores. ¿Saben ustedes algo de Triodos Bank, un banco ético que financia proyectos de agricultura ecológica, destina parte de sus beneficios a ONGs y no invierte ni en economía especulativa ni en acciones de compañías armamentísticas o perjudiciales para el medio ambiente? Estoy convencido de que la mayoría de ustedes ni lo han oído nombrar. No es culpa suya.

Este silencio no es inocente. Es un silencio servil, dictado tal vez por una mano invisible (¿quizás la misma que rige eso que se llama el mercado?), pero real. Un silencio sobre todo lo que pueda dañar la imagen del sistema económico o hacer entrever que existen alternativas a él. Conviene no olvidar que en un país como España, en el que no existe la censura político-judicial, sigue existiendo la censura económica para los periodistas. (¿Han oído ustedes alguna vez una noticia sobre un conflicto laboral en los medios de comunicación, o en El Corte Inglés, uno de los principales anunciantes de este país?). La precariedad en la que vivimos los que ejercemos esta profesión colabora a ella muy fructíferamente.

Frente a esta penosa realidad (y retomo mi argumento principal), es una buena noticia que haya revistas como Vida Nueva que publican historias de dignidad y de lucha por la justicia, de búsqueda de modelos de organización social alternativa al capitalismo consumista en que andamos enfangados. Sólo hay una manera de que noticias buenas como ésta aumenten: demandándolas. Aunque no es fácil salirse de la corriente principal y generalista de información (como dice Ignacio Ramonet, director durante muchos años de Le Monde diplomatique, “estar informado cuesta”), es un esfuerzo que tenemos que hacer si alguna vez queremos tener herramientas adecuadas para hacernos una idea de otras sociedades posibles. En caso contrario: ajústense los cinturones y prepárense para aguantar mecha: el molino satánico está funcionando a toda máquina.

En fin, para aligerar un poco la tensión y seguir santificando estos días, os dejo con Van Morrison y su particular visión de la Gloria. También hay un apartado musical para los creyentes de otras religiones. Los seguidores de Mammon y el capitalismo de casino seguramente se sentirán identificados con el Viva las Vegas del Rey. En este blog somos rigurosamente respetuosos con todos (o lo intentamos, al menos)


Regalos - "Sobre la Fotografía", de Susan Sontag

Han sido días de vino y rosas los que median entre la fecha de mi 41 cumpleaños y este momento, la verdad. Siguiendo con la intención de compartir mis regalos con vosotros (hace unos días decía Jodorowsky en un periódico algo así como "lo que doy, me lo doy, y lo que no doy, me lo niego", y no voy a ponerme tan estupendo como para decir que es la máxima que guía mis pasos en esta tierra, pero sí que afirmaré que es una buena máxima a intentar seguir), quiero hablaros de otro de esos grandes presentes. Es un libro humilde de apariencia, editado en Debolsillo y que debe costar como 10 euros, pero que me tiene fascinado desde que lo empecé. Se trata de Sobre la fotografía, de la escritora norteamericana Susan Sontag.
No voy a extenderme a la hora de alabar las virtudes del libro. Creo que unas cuantas citas las dejarán patentes:

"Al enseñarnos un nuevo código visual, las fotografías alteran y amplían nuestra nociones de lo que merece la pena mirar y de lo que tenemos derecho a observar. Son una gramática y, sobre todo, una ética de la visión".


"Coleccionar fotografías es coleccionar el mundo".


"Fotografiar es apropiarse de lo fotografiado. Significa establecer con el mundo una relación determinada que parece conocimiento y, por lo tanto, poder".


"La fotografía es un arte elegíaco, un arte crepuscular. Casi todo lo que se fotografía, por ese mero hecho, está impregnado de patetismo... Precisamente porque seccionan un momento del tiempo y lo congelan, todas las fotografías atestiguan la despiadada disolución del tiempo... Nos procuran una relación de bolsillo con el pasado... El tiempo termina por elevar casi todas las fotografías, incluso las más inexpertas, a la altura del arte".


"Las fotografías son, desde luego, artefactos. Pero su atractivo reside, en un mundo atestado de reliquias fotográficas, en que también parecen tener la categoría de objetos encontrados, rebanadas no premeditas  del mundo. Así, trafican simultáneamente con el prestigio del arte y la magia de lo real. Son nubes de fantasía y cápsulas de información".


"Las fotografías no solo evidencian lo que hay allí sino lo que un individuo ve, no son solo un registro, sino una evaluación del mundo".

Por si estas reflexiones fueran poca cosa, el libro está lleno de referencias a fotógrafos maravillosos que invitan a acumular descubrimiento sobre descubrimiento. Algunos ejemplos:

Diane Arbus:



Walker Evans:


August Sander:


Alfred Stieglitz:


Lewis Hine:


No sé si ha sido demasiado. En cualquier caso, siempre habréis podido disfrutar de las fotos. Para cambiar de aires (cosa siempre necesaria de tanto en tanto), os dejo con Metal Elvis, un grupo que me descubrió ayer mi amigo Felipe Cabrerizo y cuya versión heavy (o metal, soy un auténtico inculto musical) de Suspicious Minds me tiene fascinado desde que la escuché.



18 de abril de 2011

Regalos - Albert Camus

Albert Camus acaba de morir. Al menos, acaba de hacerlo en el excelente libro de Berta Vias Mahou Venían a buscarlo a él. Un título del que no había tenido noticia (cosa nada rara, la verdad, pero siempre queda muy bien decir esta frase, como si uno tuviera noticia de todo lo que se publica) y con el que mi hermana me sorprendió el  día de mi cumpleaños.
Vias cuenta en esta novela, de la colección de narrativa de El Acantilado, un supuesto complot para acabar con la vida de Camus, que murió en accidente de tráfico en 1960. Esta supuesta conjura en realidad es una escusa para trazar un retrato del Premio Nobel francés durante el último año de su vida. Un retrato que tiene mucho de homenaje, pero que no elude las contradicciones de un hombre, como diría Nietzsche "humano, demasiado humano".
El retrato de un intelectual comprometido al que su negativa a dejar de pensar para aceptar los normas de las corrientes de pensamiento le ha situado en una soledad tan lúcida y aceptada como dolorosa. Un hombre apuesto al que su incapacidad para la monogamia le ha colocado en una situación difícil ante su familia, llevándole de nuevo a la soledad. Un francés nacido en Argelia que contempla como sus dos países se desangran en una guerra cruel, devastadora, inhumana. Una guerra que machaca por igual a víctimas y verdugos, pues víctimas y verdugos intercambian sus papeles con regularidad y terminan igualmente de destrozados moralmente.


El regalo de mi hermana me sirve para volver al regalo que supone Albert Camus. Un hombre que intentó ser justo, pese a ser consciente de que es casi imposible serlo. Un hombre que profundizó como nadie en el sentido de la rebelión -decir no para decir sí. Un hombre desgarrado por la vida, intenso vitalista y por ello constante sufridor. Un hombre que escribía filosofía como si escribiese poesía y que escribía novelas como quien escribe tratados filosóficos. Un hombre al que deberíamos recordar más a menudo como imprescindible.
Revivir a Albert Camus es imposible. Pero sí que es posible recuperar gran parte de su vida, que giró en torno al eje de las palabras. Esas palabras que a veces no le salían de tanto dolor que acarreaba. Esas palabras con las que buscaba la verdad en medio del absurdo. Esas palabras a las que nunca manchó el odio en una época de odios intensos.
Permitidme recordar algunas de ellas, tomadas prácticamente al azar de algunos de sus libros:

"Nunca he dicho que yo sea justo. Únicamente he dicho que había que tratar de serlo, y también que eso era una pena y una desdicha... Aunque haya caminado mucho... no he avanzado tanto" (El revés y el derecho)

"Aquí, todo me deja intacto, no abandono nada de mí mismo, no me cubro con ninguna máscara" (Nupcias)

"No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio. Juzgar si la vida vale o no vale la pena vivirla es responder a la pregunta fundamental de la filosofía" (El mito de Sísifo)

"Estar frente al mundo con la mayor frecuencia posible... Sentir la propia vida, su rebelión, su libertad, y lo más posible, es vivir lo más posible....Obedecer a la llama es a la vez lo más fácil y lo más difícil" (El mito de Sísifo)

"Si las cosas no se consiguen, es porque nunca se las persigue hasta el fin" (Calígula)

"Los hombres mueren y no son felices... Es una verdad a la que nos acomodamos muy bien. Mira a tu alrededor. Eso no les impide almorzar". (Calígula)

En fin, no se trata de cansaros (cosa que seguramente he conseguido). Simplemente, quería hacer que mis regalos fuesen también un poco vuestros.

Como colofón existencialista, otra gran atormentada: Edith Piaf, que no se arrepiente de nada.

16 de abril de 2011

Postal desde Brasil - Pastoral da Criança


Con cariño, para Antonio Pintado, que me llevó al barrio de La Suiza, en Jequié para enseñarme lo que es la dignidad

Trasnochar

Una vez más, trasnocho demasiado. La culpa no es de las copas, sino de dos excelentes series que me tienen enganchando. He terminado de ver The Pacific, la miniserie producida por Tom Hanks y Steven Spielberg que narra, a partir de las vivencias muy personales de un grupo de marines, la Segunda Guerra Mundial en el Pacífico. La lucha de los Estados Unidos contra el Imperio Japonés. Sin solución de continuidad, empiezo Band of Brothers, su predecesora. Otra miniserie sobre soldados en la Segunda Guerra Mundial. Esta vez, paracaidistas. Esta vez, en suelo europeo.
Se conoce que me anega algún tipo de ardor guerrero, porque mi lectura de cabecera estos días es un bellísimo libro del historiador sueco Peter Englund: La belleza y el dolor de la batalla. En él cuenta, con maestría, a través de 227 fragmentos tomados de diarios y cartas de 20 personas que vivieron la Primera Guerra Mundial cómo fue la trastienda, la intrahistoria de este conflicto que cambió nuestra civilización y puso fin al sueño del eterno progreso y la modernidad, sumiéndonos en un pesimismo existencial del que nunca hemos terminado de recuperarnos.
Han sido días de regalos, celebraciones y reencuentros. Hoy, celebración y reencuentro convergen en el libro que tengo entre las manos: La osamenta, de Alberto Chessa. Soy un pésimo lector de poesía, pero éste es el libro de un amigo y me animo a leer sus versos en el metro antes de sumergirme en la vorágine de los combates de la Segunda Guerra Mundial. Rescato para vosotros algunos de los que me han parecido más bellos:

Lo que al fin le dio la vida
Se lo arrebató la muerte.
Vivo anduvo entre la muerte
Y muerto fue por la vida.

De ahora en adelante
Asistiré a mis crímenes como el nacido a un parto.

Basta de recordar lo no vivido

Ayer me hizo otra amiga un gran regalo. Silvia Venegas estrenó su documental Los hijos de Mamá Wata, un emocionado retrato sobre una pequeña población de pescadores en Sierra Leona: Goderich. Se encontraron con él cuando fueron a este país a hacer otro documental, sobre el doloroso proceso de reconstrucción y reconciliación de un país asolado por una cruenta guerra civil motivada por la sed de diamantes. Llegados allí, se encontraron con que los pescadores de Goderich les decían cosas más importantes que los ministros y representantes de las organizaciones internacionales destacadas en el país. Bravo por el coraje de Silvia y de su pareja, Juan Antonio, dos jóvenes y sobradamente preparados periodistas.

Para cerrar esta prolija entrada, un poquito de relajante música proveniente de Sierra Leona, en donde hay mucho más que mutilados de guerra y miserias. El gran Seydu.