27 de agosto de 2012

Postal desde Ghana - Niños de Anyakpor

Como ya sabéis los lectores asiduos, he viajado recientemente a Ghana. El objeto del viaje, además de asomarme a un rincón del planeta de los muchos que aún no conozco, era visitar a un gran amigo, Ángel Gonzalo y a su chica, Elena, inmersos desde hace meses en su aventura ghaneante. He hablado de ellos ya en este blog, y Ángel cuenta de forma excelente su experiencia africana en el suyo
La felicidad de las horas y los días compartidos recientemente con ellos hace que mi vida haya sido, durante casi un mes, una especie de cara B de la suya y que, estas últimas semanas, este blog sea un poco la cara B de Ghaneante. Pero no me extiendo. Aparte de lo que se cuenta en los post aquí enlazados hay poco más que decir, aunque mucho más que mostrar. Os dejo a solas con algunas fotos. Y con un poema de Pedro Casaldáliga que decía:

"No sé los nombres de todos,
pero me aprendo sus ojos,
y por sus ojos los llamo"







21 de agosto de 2012

Smoking all over the world

Comencé a fumar a la edad en la que otros lo dejan, tarde, casi con 30 años. También he llegado tarde a otras cosas en la vida. Pero, bueno, he procurado resarcirme (o en ello ando). No voy a decir que fuese una decisión fruto de la madurez. Sería una tontería. Pero es una actividad que, aunque a veces me enerva y me hace preguntarme qué coño hago encendiendo otro cigarro, a veces me llena de placer (sensual, como decía nuestra Sara Montiel).
No quiero hacer una defensa del tabaquismo. Pero sí una reivindicación de la decisión libre de fumar (o no hacerlo) ahora que cada vez los fumadores somos cada vez más una subtribu urbana de apestados. En fin, éste es el final de mi alegato. No quiero aburriros con argumentos de tertulia radiofónica. 
El caso es que esta (una vez más, larga) digresión es la introducción a una sección de este blog. Una sección que, como todo en él, puede que no tenga continuidad, pues uno se mueve a golpe de picos de entusiasmo y desidia y la vida al final se llena de trabajos inconclusos. No sé si a vosotros os pasa. A mí, constantemente.
La sección, como habréis captado los lectores más perspicaces -que creo que sois todos los que leéis este florido elenco de fulgurantes piezas literarias digitales- se llama Smoking all over the world. Para los no versados en la lengua de Shakespeare -que creo que sois minoría-: Fumando alrededor del mundo.
Evidentemente, el título, como todo en este mundo virtual, es una excusa. La historia es que desde hace unos años me ha dado por tomarme fotos fumando en casi todos los viajes y excursiones que hago, y he pensado en compartirlas con vosotros. Así justifico colaros de rondón pequeñas historias de mis devenires y avatares.
En fin, veo que este post se está volviendo un tanto barroco, así que allá va la primera foto:


Como veis, es una foto perezosa, veraniega, muy propia para la ola de calor que vivimos en este Madrid de finales de agosto de 2012. Una foto simple de explicar.
Hace poco más de una semana estaba fuera de esta España tuya, esta España mía, esta España nuestra disfrutando de unas merecidas vacaciones en África. El colofón de esas vacaciones fueron dos días de relax en la playa de Kokrobite, cerca de Accra, la capital de Ghana, un lugar idílico en el que se juntan voluntarios occidentales de ONG, algunos representantes de la clase media-alta ghanesa (o ghaneana, no sé, la foto me transmite pereza y paso de confirmar el dato), uno que otro directivo expatriado de grandes compañías que acuden a Ghana al calor de la relativa estabilidad política y la reciente riqueza petrolífera, decenas de rastas son sus artesanías, sus tambores, su buen rollo, su "one love", sus camisetas de Bob Marley y Haile Selassie y su marihuana y pescadores de la miserable comunidad que rodea los hoteles a pie de playa.
Así que hay estaba yo, apurando el excelente libro de Martin Meredith sobre la historia de África tras la independencia, bebiendo Coca-Cola para calmar el exceso de actividad de mi dolorido estómago (DV, diarrea del viajero, un síndrome tan conocido como los de Estocolmo y Stendhal) y disfrutando de las vistas del Golfo de Guinea.
Mi soledad se rompió cuando Elena y Ángel, dos de los mejores amigos que alguien puede tener en el mundo, además de una pareja que ha luchado por su amor y ha vencido, volvieron de su paseo playero. Nos esperaba una magnífica pizza auténticamente italiana en Kokrobite´s Garden, un remanso de paz que gestionan Cayetana y Marco, una pareja hispano-italiana.
Playa, buen rollo, amistad y buena pizza. Sería pecado pedirle más a la vida.
Por si acaso le pedís más, os dejo para rematar la faena unos cuantos temas clásicos (cada uno en su estilo):





18 de agosto de 2012

On the beach (Ghaneando)


Esta barca, ¿está preparada para partir o acaba de llegar? No lo sé. A veces yo tampoco sé si me estoy yendo o estoy volviendo. Tal vez se debe a los genes gallegos que me consta que hay en la familia. Tal vez a falta de madurez. Tal vez a que los tiempos no son buenos para saber en qué punto estamos y adonde nos dirigimos.
Acabo de llegar de casi un mes de viaje por Ghana, Togo y Benín y se supone que estoy llegando. Se me acaba el contrato de alquiler y, un poco más allá, mi actual contrato de trabajo y puede que me toque partir. En fin, se supone que estoy acostumbrado y que no se me da mal hacer el equipaje. Eso es siempre una ventaja, supongo.
No os asustéis, no os voy aburrir con falsas (bueno, en este caso verdaderas) historias de viaje. El viaje está contado y bien contado por el amigo Ángel Gonzalo en su magnífico blog Ghaneantes. Indudablemente, algunas cosas irán saliendo en este cuaderno de bitácora desmañanado y deslabazado, sin otro propósito más cierto que el de sentirme más acompañado y escuchado. Pero no os voy a hacer un relato exhaustivo de todo lo vivido y soñado estos días.
Si os quiero contar una pequeña historia de esta foto. La foto está tomada en Dzita, un pueblo perdido de Ghana, pocos kilómetros al este del majestuoso estuario del río Volta. Llegué allí solo, buscando, en medio de un viaje a tres bandas, un poco de soledad y un hueco para hablar conmigo mismo, cosa de vez en cuando necesaria.
Así, tras salir de Ada Foah, me alojé en un sitio maravilloso, el Meet Me There African Lodge, un establecimiento regentado por un inglés de mediana edad llamado Hugh que, seis años después de instalarse aquí (bueno, allí), ha hecho del lugar un pequeño paraíso.
Después de acomodarme, aprovechando la caída de la tarde, esa hora bruja en que el calor da una tregua y la vida parece hacerse por fin dulce en África, salí con mi cámara a dar un paseo por la playa. Necesitaba ajustarme algunas cuentas, como digo y, a veces, el método peripatético es la mejor manera de hacerlo. Durante tres horas de caminata sin apenas ver a nadie miré hacia atrás y hacia delante en mi vida.
Maldije y di gracias, por supuesto. Me perdí en el espectáculo interminablemente fascinante de las olas del Golfo de Guinea azotando con furor la tierra de África. Como el baile de un derviche giróvago, el sonido del mar me sacó del mundo y me llevó dentro de mí. Y me hizo percibir algunas cosas desde un punto de vista nuevo. Algunos dicen que eso es poesía: cambiar el punto de vista. No lo sé. Si es así fue, desde luego, un momento poético.
No os apuréis ahora tampoco. No os voy a contar las, por otra parte modestas, revelaciones sobre mí mismo que tuve. Para eso están los terapeutas. Pero sí que quiero compartir una cosa con vosotros. Caí en la cuenta de que este verano hace 20 años que empecé a viajar. 
En estos 20 años ha habido viajes peores y mejores (sin duda, este último está entre los mejores), cercanos y lejanos, exóticos y civilizados. Pero ninguno de ellos me han dejado igual. Todos me han servido para aprender y para vivir más intensamente.
Esta madrugada de caluroso insomnio madrileño, como esa tarde de playa reflexiva en Dzita, un pueblo perdido de Ghana, pienso en algunos de ellos, los saboreo, los vuelvo a pasar por el corazón y me digo que, a fin de cuentas, puede que no sea tan malo estar yendo y viniendo y ser de maleta fácil. Como dice el lema de una conocida marca de ropa deportiva: Never stop exploring.



En fin, en consonancia con este post entre ñoño y triste, les dejo con una canción igualmente a medio camino entre la ñoñería y la melancolía: Chris Rea.