Lo sé, soy un copiota y un culturillas de medio pelo. Pero es verdad. Mi casa está tomada por cajas y bolsas. Prácticamente todo está empacado. Es hora de partir, una vez más. No me importa. Cuando se sale de un sitio es para llegar a otro.
Dejo cosas aquí, en la que mañana dejará de ser mi casa. Han sido siete intensos meses de luchar a brazo partido conmigo mismo. De vivir, en suma, porque la vida es siempre una lucha a brazo partido con uno mismo. Una lucha por vencerse y ganarse, en medio de lágrimas y risas. Una lucha por matarse y resucitarse cotidianamente, moviéndose en medio de una realidad que cambia constantemente de la dureza del acero a la suavidad y dulzura del terciopelo, intentando esquivar los golpes y dar la mano a pistoleros zurdos.
¿Obviedades? Puede ser. Pero demasiado a menudo olvidamos lo obvio. Olvidamos la muerte. Olvidamos que tenemos que construirnos para aceptar que la vida nos destruirá. No hay nada triste en ello. Como decía Serrat: "nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio".
Algunos pensaréis que estoy melancólico cuando leáis estas líneas. No lo estoy. Últimamente, me asalta poco la melancolía. Quizás es falta de tiempo, entre mudanzas, exámenes, prospecciones de futuro y buenos ratos con la gente que quiero.
Cargo con mis heridas, como todos, claro. Pero voy aprendiendo a lamerlas intentando evitar hacer de ello un ejercicio de onanismo narcisista desmesurado. En la vida todo es milicia y todos tenemos que hacer esfuerzo por no perder el paso.
Tal vez esté siendo demasiado abstracto en un país en el que cada vez más día más gente rebusca en los cubos de la basura y en los contenedores de obra cosas que comer o que vender para comer. En el que cierta gente se siente harta de que les defrauden constantemente los que deberían ser sus defensores y empieza a pensar seriamente en que de personas han sido degradados a mercancías.
Si fuera un activista comunista, me harían una autocrítica y me obligarían a escribir loas enfervorecidas a mayor gloria de líderes infalibles. Pero esos tiempos pasaron. Todos los tiempos pasan.
También mi tiempo en esta casa, ahora tomada por las bolsas y las cajas, está terminando de pasar. Ha sido un tiempo bueno. Espero que el que venga lo sea también. Pese a las heridas, pese a las incertidumbres.
Es bueno sentir el sol y el viento del camino en la cara.