26 de diciembre de 2012

De fantasmas y de Europa

Casi todo el mundo conoce esa frase maestra de la propaganda política: "Un fantasma recorre Europa, el fantasma del comunismo". Así comenzaban Karl Marx y Friedrich Engels el texto del Manifiesto Comunista, un breve opúsculo de poco más de 20 páginas en el que exponían los puntos claves del programa de la Liga de los Justos o Liga de los Comunistas, una asociación de pequeños artesanos alemanes que fue uno de los gérmenes de la Asociación Internacional de Trabajadores y de todo el movimiento obrero de la segunda mitad del siglo XIX y del siglo XX.



El Manifiesto es casi una obra de juventud de Marx/Engels. Lo escribieron con 30 años en vísperas de la oleada revolucionaria que sacudió Europa en 1848. Un texto en el que, como introducción de todo lo que vendría después, Marx y Engels desarrollan el principio del materialismo histórico (básicamente: las condiciones en las que una sociedad produce lo que necesita para sobrevivir determinan cómo se estructura esa sociedad -fundamentalmente: quién ejerce el poder y se convierte en clase dominante y quién lo sufre y se convierte en clase dominada- y las razones morales, éticas, religiosas, etc. que se emplean para justificar este statuo quo).
El Manifiesto es un texto con más de 160 años de antigüedad. Sin embargo, asombra que, al leerlo, alguna de sus frases resulten sorprendentemente actuales. Ved si no:

"La moderna sociedad burguesa... no ha abolido las contradicciones de clase".

"El poder estatal moderno no es más que una junta administradora que gestiona los negocios comunes de toda la clase burguesa"


"(La burguesía) ha disuelto la dignidad humana en el valor de cambio".


"La burguesía obliga a todas las naciones a apropiarse del modo de producción burgués si no quieren sucumbir".


"La moderna sociedad burguesa, que tan espectaculares medios de producción y comunicación se ha sacado del sombrero, se asemeja al mago que ya no es capaz de dominar las potencias subterráneas que él mismo ha conjurado".


"En las crisis se desata una epidemia social que en todas las épocas anteriores hubiese aparecido como algo absurdo, la epidemia de la sobreproducción".


"(la sociedad burguesa) posee demasiada civilización, demasiadas provisiones, demasiada industria, demasiado comercio".


"Las clases intermedias hasta ahora existentes... caen en el proletariado".

Creo que la relación entre estas frases escritas en 1848 y nuestra realidad actual es evidente, por lo que no voy a detenerme a desmenuzar esa relación. Sin embargo, si que voy a permitirme -perdón por la chulería- corregir en un punto a Marx y Engels: hoy no es un fantasma el que recorre Europa, sino muchos.
Tenemos, en primer lugar, el fantasma del Estado del Bienestar, esa aspiración, ahora parece que descartada casi definitivamente, de que era posible un cierto capitalismo con rostro humano (eso sí, sólo para una minoría privilegiada de la humanidad). De la mano con ese fantasma va el de la creencia en unos derechos humanos en expansión, cada vez más respetados y reconocidos. Junto a esos dos camina el espectro de la idea de progreso y de crecimiento económico ilimitado. Penando detrás de todos ellos marcha el fantasma de la propia idea de Europa.



La vieja dama ha vuelto a ser raptada, y lleva sus ropas manchadas de sangre, porque ha sido violada y golpeada por todos aquellos que se supone que debían defenderla. Sus guardias de honor la han traicionado y han hecho de la política una subasta de favores a lobbies empresariales; de la idea de ciudadanía una máscara que no tapa la realidad de despidos masivos para engordar cuentas de beneficios de grandes bancos o de funcionarios dimitidos para ajustar presupuestos deficitarios a la supuesta ortodoxia económica; de la aspiración al cumplimiento de los derechos humanos un barniz hipócrita para una diplomacia que no hace nunca nada, no asume riesgos y da carta de legitimidad a comercios más que sospechosos con países y personas más que dudosos.
Con todo lo pavorosas que puedan resultar estas apariciones, es peor la procesión innumerable de horrorosos espectros que les siguen. Es una mezcla abigarrada y original, sin duda. Pero igualmente aterradora. En ella encontramos a desahuciados suicidas, inmigrantes ahogados en el Mediterráneo, adolescentes congoleños asesinados con armas fabricadas en Gran Bretaña, Francia y Alemania, enfermos crónicos a los que no cubría la sanidad pública...
Tal vez esta descripción de Europa y sus fantasmas sea un tanto demagógica. Me alegraría mucho si así fuera.
En fin, os dejo con el fantasma de Marx.




22 de diciembre de 2012

Aleksei Sokolov - un rebelde imprescindible que cuida de la alegría del mundo con su decoro

Albert Camus explica, en su maravilloso ensayo El hombre rebelde que un rebelde es alguien que dice "no". Pero no todo el que dice "no" es un verdadero rebelde. El verdadero rebelde dice "no" para decir "sí". Niega una realidad para afirmar un bien mayor. Dice no, por ejemplo, a las violaciones de los derechos humanos en las prisiones rusas para decir sí a la dignidad que tienen los presos rusos. La dignidad inherente a todas las personas. En un momento comprenderéis el por qué de este ejemplo.
Una de las más conocidas frases de Bertold Brecht es la que dice: "Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años, y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la vida, esos son los imprescindibles".
No tan conocida como ésta, hay una frase de Caetano Veloso en la canción Podres Poderes (Poderes podridos) que ya he citado en este blog y que habla de aquellos "que cuidan de la alegría del mundo".
Para terminar con la introducción pedante, me voy a dar el lujazo de citar al padre de la patria cubana. José Martí, además de un luchador por la libertad de Cuba fue un gran poeta y un notabilísimo prosista. Uno de sus empeños más memorables fue La edad de oro, una revista dirigida a los niños. En su primer número, en un artículo dedicado a glosar la figura de Bolívar, San Martín e Hidalgo, los héroes de la independencia de América Latina, escribía sobre la luz y el decoro en estos términos: 
"Hay hombres que viven contentos aunque vivan sin decoro. Hay otros que padecen como en agonía cuando ven que los hombres viven sin decoro a su alrededor. En el mundo ha de haber cierta cantidad de decoro, como ha de haber cierta cantidad de luz. Cuando hay muchos hombres sin decoro, hay siempre otros que tienen en sí el decoro de muchos hombres. Esos son los que se rebelan con fuerza terrible contra los que les roban a los pueblos su libertad, que es robarles a los hombres su decoro. En esos hombres van miles de hombres, va un pueblo entero, va la dignidad humana. Esos hombres son sagrados".


En fin, como ya os habéis dado cuenta, este post va para largo. Posiblemente os estáis preguntando a santo de qué viene mezclar citas de un filósofo existencialista francés, del pope del teatro de vanguardia alemán de los años veinte, de un cantautor brasileño y un poeta cubano considerado el apóstol de la independencia de su país. 
Pero creo que todo tiene un sentido. Con las cuatro citas he querido rendir homenaje y explicaros los sentimientos que despiertan en mí gentes como Aleksei Sokolov, a quien he tenido el privilegio de tratar a lo largo de los quince días que ha pasado en España invitado por Amnistía Internacional.
Aleksei es lo que en Amnistía Internacional llaman un defensor de los derechos humanos. Es el director de una organización que trabaja en favor de los presos y ex presos en la región de los Urales, en el corazón de la Federación Rusa. La organización se llama Pravovaia Osnova (Base Legal) y presta asistencia social y jurídica a presidiarios y ex presidiarios. Como parte de ese trabajo, denuncia las constantes violaciones de los derechos humanos de las personas que están en prisión. Así las resumía Aleksei en el curso de una entrevista:
"En las prisiones rusas se quiere matar todo lo humano de las personas para que se conviertan en esclavos controlables. Los problemas principales son la impunidad de los carceleros, la ignorancia de las reclamaciones de los prisioneros y el maltrato a base de palizas con palos, con patadas, con botellas de plástico llenas de agua para que no queden huellas. En la mayoría de las prisiones, los carceleros piden dinero a los prisioneros por todo tipo de cosas: para obtener la libertad condicional, o para que no te golpeen. La corrupción está muy presente en los centros penitenciarios. Todo tiene que ver con los sobornos". 

Hablar de este tipo de cosas en Rusia no sale gratis. Aleksei ha sufrido hostigamiento por parte de las autoridades, que le han confiscado bienes, amenazado, ofrecido sobornos y hasta inventado acusaciones contra él para hacerle pasar tiempo en la cárcel y desacreditar su trabajo. Él me contaba así la secuencia de hechos que, en 2009, acabó llevándole a la cárcel:
"Cuando en 2008, el presidente Medveded aprobó la ley de control sobre los centros penitenciarios yo solicité ser miembro de la comisión pública de control de los centros penitenciarios de la región de Sverdlosk. Después de conseguirlo, comencé a visitarlos. Todo lo que veía en las cárceles lo hacía público. Preguntaba acerca de dónde iba a parar todo el dinero del presupuesto que tenía que dedicarse a obras en las prisiones y a comprar productos para los presos".
Las autoridades de la región estaban muy descontentas con esto. Al final, me detuvieron en mayo de 2009. Poco antes, un alto funcionario del gobierno regional me había intentado sobornar para que dejase de hablar y hacer preguntas incómodas. Yo me negué y él me amenazó con la cárcel. Pasado un mes, estaba en prisión".
Cuando me detuvieron, llevaba en brazos a mi hija de dos años. Ni me di cuenta de quiénes eran las personas que se me acercaron. No sé identificaron en ningún momento. Cuando me apartaron de mi niña, yo empecé a forcejear para protegerla. Eso fue luego calificado de agresión en contra de la policía".
(En una charla en Guadalajara que también tuve la suerte de compartir con él, Sokolov, haciendo una pausa en medio del dramático relato de estos hechos, contaba cómo su niña de dos años mordió a uno de los agentes en un dedo durante el forcejeo y cómo este hecho se utilizó de base para la acusación de agresión. Divertido, Sokolov aseguraba: “evidentemente, los forenses determinaron que no había sido yo quien había mordido al policía”. Los allí presentes no pudimos evitar dejar escapar una carcajada).
Me llevaron a la comisaría y me acusaron de un crimen que supuestamente había cometido hace cinco años. Me ofrecieron que reconociera mi crimen y que me dejarían ir. Lo rechacé. Entonces me procesaron. El juicio se basó en declaraciones de presos. No se presentó ninguna prueba. Pasé en la cárcel dos años y cuatro meses".


Impresionado por el relato, pese a que ya conocía de antemano la historia, no se me ocurrió otra cosa que preguntarle, como algo casi evidente:
-Después de pasar por la cárcel, ¿no hubiera sido más fácil abandonar? ¿Por qué has seguido tu trabajo de defensa de los derechos humanos de los presos?
-Bueno, alguien tiene que ocuparse de estos asuntos en Rusia- contestó Sokolov con pasmosa tranquilidad.

Esto es lo que más me ha impactado de Aleksei durante los ratos en que le he tratado. Más allá de sus méritos como defensor de los derechos humanos, creo que su testimonio atesora una lección mayor. Él es un tipo que está amenazado, que ha sido maltratado en prisión, que afronta día a día un trabajo duro, una pelea ingrata en un país en él que -él mismo lo dice- la libertad, la democracia y los derechos humanos tardarán por lo menos una generación más en consolidarse.
Sin embargo, a mí y a todos los que le hemos tratado estos día, Aleksei nos ha infundido alegría. Sonriente, nunca decía que no a una charla con activistas o a una entrevista. Curioso, en lugar de aprovechar ratos de inactividad para descansar pedía que le lleváramos a dar paseos por Madrid. Sereno, habla del dolor, de las escenas de crimen y castigo que  hoy por hoy dominan la vida rusa con tranquilidad.
No se siente imprescindible, sino parte de una maquinaria vital que acabará por traer a su país un sistema más justo y humano. Sin embargo, Aleksei es imprescindible. Es un rebelde imprescindible. Un rebelde imprescindible que dedica su vida a cuidar de que en el mundo se expandan las fronteras de la alegría y el decoro.
Sin duda, es un gran honor y un privilegio haberle conocido.





En fin, os dejo con otras rebeldes rusas: las Pussy Riot. Dos de ellas siguen en prisión y deben ser liberadas cuanto antes. Pero bueno, ésa es otra historia (y, al mismo tiempo, la misma).

14 de diciembre de 2012

Postal desde Ghana - Diciembre de elecciones

En el número de diciembre de la revista 21 acaba de salir publicado este artículo previo a las elecciones presidenciales y parlamentarias en Ghana, país que visité este pasado verano de la mano de Ángel Gonzalo y de su mujer, Elena, dos seres humanos increíblemente generosos.
Las elecciones tuvieron lugar el pasado 7 de diciembre y, como estaba previsto, el ganador fue John Mahama, candidato del partido gobernante. Pese a algunas protestas más bien minoritarias, acusando al Gobierno de adulterar los resultados, las elecciones se han desarrollado en medio de la calma general. Por encima de los muchos defectos que pueda tener la democracia en este Ghana, sus ciudadanos la aprecian por encima de muchas cosas. Ahí va el texto, por si sirve.


Una esperanza para África

Este mes de diciembre, Ghana celebra elecciones presidenciales y parlamentarias. Serán las quintas consecutivas desde que a comienzos de los noventa se restauró la democracia. Considerado un ejemplo para el resto de países de África, tanto por su democracia como por su alto crecimiento económico, el país no vive al margen de los problemas que afectan al continente, pero sus ciudadanos valoran, por encima de todo, la oportunidad de solucionarlos democráticamente.

Ghana. Su nombre tiene algo de mítico. El padre de la patria, Kwame Nkrumah, lo tomó de un antiguo imperio africano para sustituir a la colonialista denominación de Gold Coast (Costa del Oro). Para muchos, aquí empezó la moderna historia de África: en 1957, Ghana se convirtió en la primera colonia europea del África subsahariana en acceder a la independencia.

Actualmente, Ghana es una democracia consolidada y un país con unos índices macroeconómicos más que aceptables. Esa democracia se verá más consolidada cuando, a principios del mes de diciembre, Ghana celebre elecciones presidenciales. John Mahama, actual presidente tras la muerte en julio de John Atta Mills, es favorito para continuar con el Gobierno del Nuevo Partido Democrático (NDP, en siglas inglesas). Un gobierno que ha supuesto prosperidad para el país, sobre todo tras el descubrimiento y el comienzo de la explotación, en 2010, de los pozos de petróleo de la región de Tema, en la costa.


La muerte de Atta Mills dio paso a gigantescas manifestaciones de luto en todo el país. Este periodista estaba allí en esos días y pudo observar como prácticamente todo el mundo vestía prendas rojas y negras en señal de duelo. Enfrente de los edificios oficiales, grupos de decenas de personas se congregaban para cantar –o danzar– las alabanzas del difunto. La radio retransmitió las numerosas y prolijas ceremonias de los funerales al completo. La foto de un sonriente Atta Mills era omnipresente en grandes vallas publicitarias, sedes de su partido, mercados o capós de tro-tros (los minibuses que constituyen prácticamente el único medio de transporte público en el país).

También dio lugar a multitud de especulaciones. Aunque en Ghana la salud del presidente es considerada secreto de estado, se sabía que John Atta Mills padecía cáncer. Sin embargo, uno de los cotilleos favoritos en África cuando alguien muere más o menos repentinamente es la posibilidad de que haya sido envenenado. Y todo el mundo en Ghana, con mayor o menor grado de escepticismo, se hizo eco de la posibilidad.

Pero, por encima de especulaciones y lutos, dos palabras resonaban en las bocas de la gente: unidad democracia. El traspaso de poderes al vicepresidente, John Mahama, no supuso ningún problema. Todo el mundo aceptó el relevo con total normalidad.

Una historia convulsa

No siempre ha sido así en la historia de Ghana. Kwane Nkrumah, el padre de la patria, fue expulsado del poder mediante un golpe de estado en 1967. Su ideal visionario de un África unida le hizo perder pie en la realidad, y mientras el luchaba por unos Estados Unidos de África que blindasen al continente contra todo tipo de colonialismo o neocolonialismo, la vida del día al día se iba haciendo insufrible en un país mal gestionado en el que el mismo Nkrumah y la clase dirigente del partido único, el Partido de la Convención del Pueblo (CPP, en siglas inglesas), iba amasando ingentes fortunas.

Desde entonces hasta 1981, la vida política del país fue un vaivén infortunado de golpes militares, breves interregnos de precaria democracia y gobiernos corruptos. Jerry Rawlings, un carismático teniente de aviación mulato, puso fin a este estado de cosas. Tomó el poder e instauró una férrea dictadura de diez años. En 1990 comenzó una transición a la democracia no exenta de problemas. De hecho, algunos consideran que la dictadura duró de hecho hasta que en 2000 el triunfo en las elecciones del candidato de la oposición, John Kufuor, fue reconocido por Rawlings.

Tras los dos mandatos presidenciales de Kufuor, el NDP volvió al poder encabezado por el menos volcánico John Atta Mills. La alternancia fue pacífica. El país, en el que las divisiones étnicas existen pero no han generado alineamientos partidistas claros como en otros lugares de África aprendía a respirar en paz, y el hallazgo de petróleo supuso también una inyección de optimismo.

Accra, espejo de contradicciones


Accra, la capital de Ghana, es una caótica ciudad de más de dos millones de habitantes. La polución y un atasco de tráfico que al visitante le parece permanente son una de las constantes de su la vida de la ciudad. Una ciudad de contrastes que reflejan los contrastes del país. En las elegantes avenidas de la Independencia y de la Liberación y en la calle Oxford hacen su vida el personal de embajadas, compañías comerciales extranjeras y expatriados de las ONG y se encuentran los restaurantes chic, las embajadas y consulados occidentales, los grandes hoteles y las grandes oficinas bancarias.

Es una vida que nada tiene que ver con la de, por ejemplo, los habitantes de Jamestown Beach, un slum de precarias casas de madera en el que vive la comunidad de pescadores de la ciudad. Aquí, en temporada alta de pesca, llegan a vivir hasta 3.000 personas. Sin embargo, en un país cuya economía creció un 10% en 2011, la única escuela que existe en este o barrio que se extiende a la sombra del fuerte James, antaño símbolo del poder colonial inglés, es la que ha puesto en marcha la comunidad. Los pobladores de Jamestown Beach se han unido para  construir un endeble entramado de tablas y plásticos y reunido con mucho sacrificio algo de dinero para comprar un mínimo material educativo y pagar alguna pequeña compensación a los profesores que acuden a dar clase a unas dos docenas de niños divididos en dos niveles.


Falta de infraestructuras

La carencia de infraestructuras educativas es notable en todo el país. La escuela de Jamestown Beach no es la única escuela comunitaria que me encontré durante mi estancia de quince días en el país. Sólo en Ada, una apacible ciudad costera a dos horas de distancia de Accra, estuve en otras dos. Muchas de ellas han sido construidas con la colaboración de la cooperación extranjera. Bien de la cooperación oficial o bien de la cooperación de expatriados extranjeros instalados en Ghana.

Es el caso de la escuela de Anyakpor, cuya construcción han financiado dos amigos españoles, Ángel y Elena. Una sencilla pero sólida estructura de bloques de cemento, rematada por un tejado de madera y chapa da ahora cobijo a casi un centenar de niños de la comunidad, un barrio de pescadores en el que abundan las familias numerosas y los huérfanos: el mar es cruel y sus olas no respetan a padres de familia. La escuela ya funcionaba precariamente, bajo los auspicios de una de las muchas iglesias evangélicas locales, antes de que Ángel y Elena llegaran aquí. Ahora lo hace en un local digno del nombre de escuela.


La educativa no es la única carencia del país. El hospital de distrito de Ada está considerado el segundo mejor hospital público del país. Aunque sus instalaciones distan de alcanzar el nivel estándar de un hospital europeo, son bastante buenas. Sin embargo, se quedan a menudo sin suministro de luz y agua. Los generadores alimentados con gasolina apenas sirven para mantener en funcionamiento algunas cámaras frigoríficas en las que se guardan medicamentos e instrumental médico esencial. Los tres doctores del hospital, apoyados ocasionalmente por personal voluntario europeo, deben atender una población de unos 160.000 habitantes. De las tres ambulancias con que cuenta el hospital, sólo una es realmente operativa.

En buena medida, Ada es también un buen reflejo de las contradicciones del país. Al lado de comunidades extraordinariamente pobres como la de Anyakpor encontramos el mundo de los ricos ghaneses y expatriados que acuden a esta localidad a descansar los fines de semana de la ajetreada vida de Accra: los libaneses que han comprado islas enteras en esta región en la que el Volta vierte sus aguas al Atlántico, los políticos y hombres de negocios ghaneses que tienen su segunda residencia en la que les guardan sus yates y motos de agua, los europeos que trabajan para multinacionales y acuden a reposar en el lujoso hotel Tsarley Korpey.

Fe en la democracia

El crecimiento con desigualdad es una nota dominante de la economía ghanesa. Y será el principal desafío del nuevo gobierno repartir la riqueza proveniente del crecimiento entre los distintos estratos de la población. Los ghaneses que albergan una mínima conciencia crítica lo tienen claro. También tienen claro que, con todos sus defectos, la forma de llevar a cabo ese objetivo es la democracia.


Este es el sentimiento que domina entre los miembros de la redacción de noticias de Radio Ada, una emisora comunitaria que emite en dangme, la lengua local mayoritaria en la región. Guillaume y David son dos de sus periodistas voluntarios. Jóvenes despiertos e inquietos, son buenos informadores, pese a no haber pasado por la universidad. Y la palabra democracia asoma constantemente en su discurso. “Ya hemos hecho muchos experimentos de gobierno en este país, aseguran, y no han funcionado. Lo que mejor funciona es la democracia. No queremos perderla”.

Citan el ejemplo de la vecina Costa de Marfil, inmersa en un embrollado conflicto étnico-político desde la muerte del padre de la patria, Félix Houphouet-Boigni, como un hecho terriblemente negativo. Y es cierto que, tras 10 años de guerra civil abierta o soterrada, la antaño próspera ex colonia francesa es un lugar en el que reina la incertidumbre y el desasosiego.

Joshua, un despierto joven de 18 años que se prepara para ingresar en la universidad, también asegura que la democracia debe preservarse por encima de todo. Y Jawi, un rasta que frisa la treintena, a pesar de exaltarse hablando de las hazañas bélicas y del carisma como líder del ex presidente Rawlings –hasta cuya casa natal me conduce en Keta, otra de las ciudades de la costa ghanesa-, afirma convencido que, si bien el golpe de estado del entonces teniente de aviación fue necesario, la democracia es lo mejor que tiene hoy en día Ghana.

Los retos están ahí. Ghana es un país que mira al futuro sin dejar de mirar al pasado: los jefes tradicionales son una autoridad todavía muy presente en la vida cotidiana de sus gentes, que siguen creyendo en la magia y en la brujería al mismo tiempo que llena los cibercafés y sigue de cerca el desarrollo de las ligas de fútbol europeas. El país crece con desigualdad. La corrupción y la economía sumergida siguen siendo un hecho común. Las carencias de infraestructura y servicios, especialmente en los slums de las grandes ciudades y en las extensas áreas rurales del país son innegables. Pero es un país en el que, por encima de todo, su gente cree en la democracia. Y eso supone, en cualquier sitio pero más en el contexto africano, una gran esperanza.



11 de diciembre de 2012

Regalos - "Ante el dolor de los demás"

Hace ya tiempo, casi en otra vida, que unos amigos me regalaron dos libros preciosos de Susan Sontag sobre la fotografía. Me leí Sobre la fotografía -perdonad la redundancia, pero ése era el título- hace ya algún tiempo, y dejé reseña de ello en este blog. Por lo que sea, no había vuelto a las palabras de Sontag en meses. Lo hice algunas semanas y en Ante el dolor de los demás me encontré un libro en el a sus reflexiones sobre la falsa neutralidad de la fotografía, Sontag encadena sus reflexiones sobre la compasión y la solidaridad y la posibilidad de una acción que transforme estallidos de indignación y compasión en algo efectivo. Unas reflexiones que creo iluminadoras en esta época de saturación de información y de pasividad y que comparto con vosotros.

Roger Fenton

Sontag parte de la idea de que las fotografías no tienen una lectura única. Ni siquiera las que muestran los horrores de la guerra. La razón es que 

"no debería suponerse un "nosotros" cuando el tema es la mirada al dolor de los demás".

¿Es esto así? Así parece, si hacemos caso -y a mí me parece muy conveniente hacerlo- a las subsiguientes explicaciones de la novelista y ensayista norteamericana: 

"Para los que están seguros de que lo correcto está de un lado, la opresión y la injusticia del otro, y de que la guerra debe seguir, lo que importa precisamente es quién muere y a manos de quién... Para los militantes la identidad es todo".

Mathew Brady

Pero, aparte del choque de lecturas que los distintos conflictos pueden provocar en los distintos espectadores (Sontag cita el acertado ejemplo de las distintas lecturas que la foto de un niño palestino o judío muerto puede tener para palestino y judíos), el libro se adentra en el problema de cómo leemos la violencia y la tragedia que se produce lejos de nuestras casas instalados en el cómodo sofá de nuestro salón. Un privilegio recientemente adquirido por parte de la humanidad, pues

"ser espectador de calamidades que tienen lugar en otro país es una experiencia intrínseca de la modernidad, la ofrenda acumulativa de más de siglo y medio de actividad de esos turistas especializados y profesionales que son los periodistas. Las guerras son ahora también las vistas y sonidos de las salas de estar".

Krieg dem Kriege!

Pero ese privilegiado acceso a la información no nos ha convertido ni nos convierte necesariamente en mejores, sino, en la mayoría de los casos, en simples mirones.

"Quizás las únicas personas con derecho a ver imágenes de semejante sufrimiento extremado son las que pueden hacer algo para aliviarlo o las que pueden aprender de ella. Los demás somos mirones, tengamos o no la intención de serlo".

¿Cómo puede uno llegar a ser un voyeur del horror? Muy fácil, según Sontag:

"La conmoción puede volverse corriente. La conmoción puede desaparecer... Al igual que se puede estar habituado al horror de la vida real, es posible habituarse al horror de unas imágenes determinadas".

Y, además,

"dondequiera que la gente se sienta segura, sentirá indiferencia".

¿Entonces? ¿Nadie conoce a nadie? ¿Nadie hará nada por nadie? No, no es así. La compasión es posible. Pero...

"es una emoción inestable. Necesita traducirse en acciones o se marchita. La preguntas es qué hacer con las emociones que han despertado (las fotografías), con el saber que se ha comunicado".

Werner Bischof

No basta la simpatía, hay que ir más allá:

"Siempre que sentimos simpatía, sentimos que no somos cómplices de las causas del sufrimiento. Nuestra simpatía proclama nuestra inocencia así como nuestra ineficacia.... (hay que) apartar la simpatía que extendemos a los otros acosados por la guerra... a cambio de una reflexión son cómo nuestros privilegios están ubicados en el mismo mapa que su sufrimiento, y pueden estar vinculados".

Don McCullin

A partir de aquí, Susan Sontag no puede, honestamente preguntar a la leniniana pregunta de qué hacer. Tan sólo se atreve a aventurar que "parece un bien en sí mismo reconocer... cuánto sufrimiento a causa de la perversidad humana hay en un mundo compartir con los demás".

Larry Burrows

No sé si sirve de mucho o no ese reconocimiento. Evidentemente, está claro que el no reconocimiento sirve de menos. Por lo que pudiera pasar, este post está aderezado con fotos de algunos de los fotógrafos de guerra que la Sontag menciona en su libro.


1 de diciembre de 2012

Antonio Dechent - un actor peleón y peleado


La verdad es que podría haber titulado esta entrada algo así como "recuperando el tiempo perdido". Hacía mucho que no publicaba (tal vez un día de estos os cuente por qué) y vengo con ganas. Entre los últimos trabajos con 21 figura esta entrevista que le hice al actor Antonio Dechent. Una experiencia muy divertida, porque el tipo es muy divertido y me trató estupendamente. Espero que os guste. Va a pelo. Sin fotos, sin canciones, sin enlaces. Sólo la palabra. No sé si es una cuestión poética o pura vaguería. Os dejo con la duda.

Antonio Dechent, actor peleón

“Uno se pelea siempre contra uno mismo y, al final, gana el otro”

Trabaja mucho. Dice que su patria es el teatro, pero ha filmado tanto que vive un poco exiliado. Sólo en lo que va de siglo, más de 40 películas le contemplan (o mejor, se le puede contemplar en más de 40 películas). Entre ellas figuran algunos títulos muy importantes del cine español (La voz dormida, Los Borgia, Salvador (Puig Antich) o 7 Vírgenes, por citar sólo algunos). Es lo que se suele decir “un secundario de lujo” –bueno, vean lo que opina él de esto más abajo. Pero también un protagonista de éxito. La prueba: sus actuaciones como actor principal en Smoking Room y en A puerta fría le han valido sendas Biznagas de Plata al Mejor Actor en dos ediciones del Festival de Cine Español de Málaga.  Además de todo eso, muchos le conocen por sus trabajos en televisión (La familia Mata, El comisario, Brigada Central). Poco amigo de dormirse en los supuestos laureles de la fama, Antonio Dechent se considera sobre todo un currante, un tipo honesto que intenta cumplir con lo que se le encarga de la mejor forma posible. Ya saben, a lo John Ford, que se presentaba diciendo simplemente: “Me llamo John Ford y hago películas del oeste”. No le importa arriesgar a la hora de elegir trabajos si cree en lo que está haciendo. Sevillano, contesta esta entrevista con un punto de guasa muy del sur, dispuesto tanto a defender su trabajo como a reírse un poco de su persona y sus circunstancias.

-Es usted sevillano y de Triana. Más gracia no se pué tener… excepto si se es gaditano, claro.
-No creo que yo sea nada gracioso. Y me parece que la mitad de los gaditanos tampoco lo son.

-Hemos intentando rescatar aspectos oscuros de su pasado, pero lo más que hemos encontrado es que la primera vez que actuó fue con 13 años en la clase de literatura.
-No creo que ésa fuera la primera vez que actuara, sino la primera vez que me aprendí un texto. Pero fue el padre Isaac García quien me inoculó el veneno del teatro.

-Una leyenda urbana dice que regentó un bar en Sevilla. Una buena escuela de aprendizaje.
-Era un bar que se llamaba La Revuelta y que Diario 16 llamó “el último reducto hippy de Sevilla”. Yo perdí bastante ingenuidad, por decirlo de alguna manera, llevando el local.  

-La Revuelta suena como a rollo medio anarquista, ¿no?
-No tiene nada que ver con las barricadas. Es que estaba sito en la calle Siete Revueltas.

-La gente tiende a identificarle como lo que se suele llamar “secundario de lujo”. ¿Se siente usted secundario o más bien primario?
-Me siento primario contestándole esta pregunta. Respecto a lo de secundario, quédese con lo de “de lujo” (risas).

-En algún momento ha asegurado que hace personajes difíciles que aparecen poco. Es usted un genio económico: especialización y rentabilización de esfuerzos.
-No lo rentabilizo tanto. Los actores secundarios tienen que hacer un esfuerzo sobrehumano para que se fijen en ellos. Yo hago ese esfuerzo sobrehumano para que mis personajes brillen.

-Casi cada vez que ha hecho un papel protagonista le han dado, como mínimo, una Biznaga de Plata. Sucedió con Smoking Room y ha vuelto a suceder con A puerta fría.
-Eso demuestra que el trabajo del protagonista está sobrevalorado.

-¿Por qué cree que le ofrecen casi siempre personajes duros, castigados por la vida? ¿Tan peleado está usted con el mundo?
-Tiene que ver mucho con mi careto y con mi voz. Yo no estoy peleado con el mundo. Uno se pelea siempre contra uno mismo y, al final, gana el otro, que es lo peor.

-Dice que es por culpa de esos personajes que la gente no se le acerca a pedirle autógrafos. ¿No ha pensado en reorientar su carrera?
-Esta es una carrera de fondo. Y su meta no es la fama, sino ser actor. Lo de los autógrafos es algo que se da por añadidura, como decía la Biblia.

-Por otra parte, sé que en alguna otra entrevista ha presumido de que, cuando mira a la gente, la gente baja la cabeza y mira al suelo. A ver si es que le va el rollo Harry el sucio.
-Para nada. Es divertido algunas veces. Pero porque es todo lo contrario de lo que soy yo. Me asombra que alguien se sienta cohibido por mi presencia, porque el que me conoce sabe que soy tierno y frágil como una florecilla silvestre.

-Se involucra usted en proyectos raros. Por ejemplo, resucitar la figura de Queipo de Llano. Tiene usted un lado violento, no lo niegue.
-Esta obra no se hizo por el salvajismo del personaje. Se hizo porque la fama de Queipo todavía existe en Sevilla: aquí no tuvimos Guerra Civil, aquí tuvimos a Queipo. Era una historia que había que contar, porque contando la historia de este señor contamos la nuestra.

-También ha colaborado con una serie casi amateur, como Malviviendo, filmada por un grupo de jóvenes sevillanos y distribuida por Internet. Tiene, pues, también, su corazoncito.
-Mi corazoncito sigue a la sabiduría y el talento. Pocas veces me he visto rodeado de tanto talento y tanta sabiduría cinematográfica como rodando esta serie.

-En algún sitio ha dejado caer esta perla: “artistas son los flamencos, yo soy un trabajador”. Ejem, entonces… el talento…
-El talento y el arte no son lo mismo. Uno puede ser un fontanero muy talentoso, lo que no significa que sea un artista.

-Para usted, el teatro es su país. Con tanta película y tanta serie anda usted un poco exiliado.
-He vuelto (risas). En época de vacas flacas, todo el mundo vuelve al terruño, que es donde más calentito se está.

-Defiende el cine español y al mismo tiempo dice que es difícil encontrar en él un buen guión. Esto, ¿es un poco esquizofrénico o es una mala lectura mía?
-Es una buena lectura suya. Me parece que el cine español tiene unas miradas diversas, interesantes. Pero también unos guiones que deberían ser más libres y variados.

-Sin duda, A puerta fría forma parte de ese puñado de buenos guiones, imagino.
-Efectivamente. Se sale de la norma establecida y necesita un espectador inteligente para asumir el abocamiento al desespero y al infierno del protagonista.

-Es una película que habla, entre otras cosas, de la esclavitud en la que se está convirtiendo el mundo laboral. ¿También para los actores?
-Para los actores más que para muchas otras personas. Cuando se reducen los presupuestos, la cultura es la maría, de donde más fácil se recorta. Como no pase algo extraño a los actores van a dejar de enterrarnos en sagrado, como antes.

-Ha dicho de su personaje que estaba hecho a medida para usted y que es un personaje que se va degenerando. De la relación entre estas dos cosas no hay que sacar conclusiones, imagino.
-(risas, dudas). No es bonito mostrar los demonios interiores y los estragos que produce la experiencia y la edad. Pero por otro lado es maravilloso poder hacerlo.

-Ha trabajado en la peli con Nick Nolte, uno de los grandes. Dígame, en confianza, si él tiene algo que no tenga usted.
-Más de 70 años.