21 de agosto de 2012

Smoking all over the world

Comencé a fumar a la edad en la que otros lo dejan, tarde, casi con 30 años. También he llegado tarde a otras cosas en la vida. Pero, bueno, he procurado resarcirme (o en ello ando). No voy a decir que fuese una decisión fruto de la madurez. Sería una tontería. Pero es una actividad que, aunque a veces me enerva y me hace preguntarme qué coño hago encendiendo otro cigarro, a veces me llena de placer (sensual, como decía nuestra Sara Montiel).
No quiero hacer una defensa del tabaquismo. Pero sí una reivindicación de la decisión libre de fumar (o no hacerlo) ahora que cada vez los fumadores somos cada vez más una subtribu urbana de apestados. En fin, éste es el final de mi alegato. No quiero aburriros con argumentos de tertulia radiofónica. 
El caso es que esta (una vez más, larga) digresión es la introducción a una sección de este blog. Una sección que, como todo en él, puede que no tenga continuidad, pues uno se mueve a golpe de picos de entusiasmo y desidia y la vida al final se llena de trabajos inconclusos. No sé si a vosotros os pasa. A mí, constantemente.
La sección, como habréis captado los lectores más perspicaces -que creo que sois todos los que leéis este florido elenco de fulgurantes piezas literarias digitales- se llama Smoking all over the world. Para los no versados en la lengua de Shakespeare -que creo que sois minoría-: Fumando alrededor del mundo.
Evidentemente, el título, como todo en este mundo virtual, es una excusa. La historia es que desde hace unos años me ha dado por tomarme fotos fumando en casi todos los viajes y excursiones que hago, y he pensado en compartirlas con vosotros. Así justifico colaros de rondón pequeñas historias de mis devenires y avatares.
En fin, veo que este post se está volviendo un tanto barroco, así que allá va la primera foto:


Como veis, es una foto perezosa, veraniega, muy propia para la ola de calor que vivimos en este Madrid de finales de agosto de 2012. Una foto simple de explicar.
Hace poco más de una semana estaba fuera de esta España tuya, esta España mía, esta España nuestra disfrutando de unas merecidas vacaciones en África. El colofón de esas vacaciones fueron dos días de relax en la playa de Kokrobite, cerca de Accra, la capital de Ghana, un lugar idílico en el que se juntan voluntarios occidentales de ONG, algunos representantes de la clase media-alta ghanesa (o ghaneana, no sé, la foto me transmite pereza y paso de confirmar el dato), uno que otro directivo expatriado de grandes compañías que acuden a Ghana al calor de la relativa estabilidad política y la reciente riqueza petrolífera, decenas de rastas son sus artesanías, sus tambores, su buen rollo, su "one love", sus camisetas de Bob Marley y Haile Selassie y su marihuana y pescadores de la miserable comunidad que rodea los hoteles a pie de playa.
Así que hay estaba yo, apurando el excelente libro de Martin Meredith sobre la historia de África tras la independencia, bebiendo Coca-Cola para calmar el exceso de actividad de mi dolorido estómago (DV, diarrea del viajero, un síndrome tan conocido como los de Estocolmo y Stendhal) y disfrutando de las vistas del Golfo de Guinea.
Mi soledad se rompió cuando Elena y Ángel, dos de los mejores amigos que alguien puede tener en el mundo, además de una pareja que ha luchado por su amor y ha vencido, volvieron de su paseo playero. Nos esperaba una magnífica pizza auténticamente italiana en Kokrobite´s Garden, un remanso de paz que gestionan Cayetana y Marco, una pareja hispano-italiana.
Playa, buen rollo, amistad y buena pizza. Sería pecado pedirle más a la vida.
Por si acaso le pedís más, os dejo para rematar la faena unos cuantos temas clásicos (cada uno en su estilo):





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