4 de febrero de 2012

Lecturas - War!


Llevo meses cogiendo y dejando el libro Hubo una vez una guerra, de John Steinbeck. Por lo menos, entre decenas de lecturas que se cruzan, interrumpen, superponen, bajan y suben en la clasificación de prioridades, he conseguido terminar el bello prólogo del autor de Las uvas de la ira, De hombres y ratones y tantas otras obras maestras llenas de humanidad y buenas frases.
Hubo una vez una guerra recoge los despachos sobre la Segunda Guerra Mundial que Steinbeck mandó como corresponsal del New York Herald Tribune desde Europa. El prólogo de Steinbeck es  una amarga reflexión sobre el hecho de la guerra. El premio Nobel de literatura, asegura que "las guerras no son sino accidentes a los que nuestra especie parece muy propensa. Sería interesante mantener vivo el recuerdo de los accidentes si de ellos aprendiésemos algo, pero no aprendemos".
Pero, sobre todo, el texto es  una amena descripción de los mecanismos de la censura y de la autocensura periodística en tiempos de conflicto. Así, asegura, "existía una cosa llamada `esfuerzo de guerra´. Y todo lo que interfiriera en ese esfuerzo era, sin discusión posible, malo. Al corresponsal se le permitía una gran libertad de criterio; pero siempre, para juzgar sus artículos, estaban los censores, el mando militar, los periódicos mismos y, finalmente, los más duros de todos, los civiles ocupados en asuntos militares".
Entre la ironía, la justificación y la nostalgia, Steinbeck repasa algunos ejemplos de esa (auto)censura:

"No había cobardes en el Ejército norteamericano, y los más valientes de los valientes eran los soldados de infantería".
"Durante la guerra, cinco millones de hombres y muchachos perfectamente normales, jóvenes y sanos perdieron de pronto su interés por las chicas... Cuando la Armada solicitó X millones de anticonceptivos, tuvo que poner por escrito que serían usado para proteger las cajas de armas ligeras".

Steinbeck afirma que "poco a poco asumimos que conocer la verdad acerca de algo era automáticamente un secreto, que no podía airearse sin perjuicio". Por eso, "nos corregíamos tanto como nos corregían. Nos sentíamos responsables de lo que ocurría en el frente. Reinaba un sentimiento general de protección hacia nuestro Ejército y de que la verdad podía provocar el pánico".
Quería buscar un final para este post, un enlace con la realidad actual. Pero me detengo aquí. ¿Por qué tendría que hacerlo? Os dejo con un par de vídeos. El primero tomado de la miniserie de la HBO Band of Brothers. El segundo, un conocido alegato antibelicista en forma de canción.


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