26 de diciembre de 2012

De fantasmas y de Europa

Casi todo el mundo conoce esa frase maestra de la propaganda política: "Un fantasma recorre Europa, el fantasma del comunismo". Así comenzaban Karl Marx y Friedrich Engels el texto del Manifiesto Comunista, un breve opúsculo de poco más de 20 páginas en el que exponían los puntos claves del programa de la Liga de los Justos o Liga de los Comunistas, una asociación de pequeños artesanos alemanes que fue uno de los gérmenes de la Asociación Internacional de Trabajadores y de todo el movimiento obrero de la segunda mitad del siglo XIX y del siglo XX.



El Manifiesto es casi una obra de juventud de Marx/Engels. Lo escribieron con 30 años en vísperas de la oleada revolucionaria que sacudió Europa en 1848. Un texto en el que, como introducción de todo lo que vendría después, Marx y Engels desarrollan el principio del materialismo histórico (básicamente: las condiciones en las que una sociedad produce lo que necesita para sobrevivir determinan cómo se estructura esa sociedad -fundamentalmente: quién ejerce el poder y se convierte en clase dominante y quién lo sufre y se convierte en clase dominada- y las razones morales, éticas, religiosas, etc. que se emplean para justificar este statuo quo).
El Manifiesto es un texto con más de 160 años de antigüedad. Sin embargo, asombra que, al leerlo, alguna de sus frases resulten sorprendentemente actuales. Ved si no:

"La moderna sociedad burguesa... no ha abolido las contradicciones de clase".

"El poder estatal moderno no es más que una junta administradora que gestiona los negocios comunes de toda la clase burguesa"


"(La burguesía) ha disuelto la dignidad humana en el valor de cambio".


"La burguesía obliga a todas las naciones a apropiarse del modo de producción burgués si no quieren sucumbir".


"La moderna sociedad burguesa, que tan espectaculares medios de producción y comunicación se ha sacado del sombrero, se asemeja al mago que ya no es capaz de dominar las potencias subterráneas que él mismo ha conjurado".


"En las crisis se desata una epidemia social que en todas las épocas anteriores hubiese aparecido como algo absurdo, la epidemia de la sobreproducción".


"(la sociedad burguesa) posee demasiada civilización, demasiadas provisiones, demasiada industria, demasiado comercio".


"Las clases intermedias hasta ahora existentes... caen en el proletariado".

Creo que la relación entre estas frases escritas en 1848 y nuestra realidad actual es evidente, por lo que no voy a detenerme a desmenuzar esa relación. Sin embargo, si que voy a permitirme -perdón por la chulería- corregir en un punto a Marx y Engels: hoy no es un fantasma el que recorre Europa, sino muchos.
Tenemos, en primer lugar, el fantasma del Estado del Bienestar, esa aspiración, ahora parece que descartada casi definitivamente, de que era posible un cierto capitalismo con rostro humano (eso sí, sólo para una minoría privilegiada de la humanidad). De la mano con ese fantasma va el de la creencia en unos derechos humanos en expansión, cada vez más respetados y reconocidos. Junto a esos dos camina el espectro de la idea de progreso y de crecimiento económico ilimitado. Penando detrás de todos ellos marcha el fantasma de la propia idea de Europa.



La vieja dama ha vuelto a ser raptada, y lleva sus ropas manchadas de sangre, porque ha sido violada y golpeada por todos aquellos que se supone que debían defenderla. Sus guardias de honor la han traicionado y han hecho de la política una subasta de favores a lobbies empresariales; de la idea de ciudadanía una máscara que no tapa la realidad de despidos masivos para engordar cuentas de beneficios de grandes bancos o de funcionarios dimitidos para ajustar presupuestos deficitarios a la supuesta ortodoxia económica; de la aspiración al cumplimiento de los derechos humanos un barniz hipócrita para una diplomacia que no hace nunca nada, no asume riesgos y da carta de legitimidad a comercios más que sospechosos con países y personas más que dudosos.
Con todo lo pavorosas que puedan resultar estas apariciones, es peor la procesión innumerable de horrorosos espectros que les siguen. Es una mezcla abigarrada y original, sin duda. Pero igualmente aterradora. En ella encontramos a desahuciados suicidas, inmigrantes ahogados en el Mediterráneo, adolescentes congoleños asesinados con armas fabricadas en Gran Bretaña, Francia y Alemania, enfermos crónicos a los que no cubría la sanidad pública...
Tal vez esta descripción de Europa y sus fantasmas sea un tanto demagógica. Me alegraría mucho si así fuera.
En fin, os dejo con el fantasma de Marx.




No hay comentarios: