13 de junio de 2013

Sangres


Londres es una ciudad de pulso acelerado. Tanto que no me deja tiempo para escribir. Bueno, puede que mi pereza también influya. Los días pasan y no encuentro el reposo mental necesario para sentarme delante del ordenador y escribir. Pasó mayo con su carga excesiva de trabajo y estudio. Pasó incluso una breve visita a España, más familiar que otra cosa y con poco tiempo para los amigos. Pero qué bueno es ver la sonrisa de los tuyos en directo. Más de un mes después, aquí me tenéis, sentado al teclado ante la página en blanco, intentando interpretar la melodía de mis incertidumbres, que no dejan de ser muchas.
Pero bueno, decía que Londres es una ciudad de pulso acelerado. Y me gusta pensar que lo es por la diversidad de las sangres que corren por sus venas nunca en reposo. Es una diversidad que asusta tanto como gratifica. Depende de si de ese día miras la vida como aventura o como tarea. Nunca deja de ser las dos cosas, claro.
Juego al fútbol con una panda en la que se mezclan, que yo sepa, ingleses, un francés de origen vietnamita, un sueco, un par de italianos, un sirio, un argelino, un español torpe (yo mismo, sí, lo habéis adivinado), un polaco y un bielorruso.
En mi curro -hablo sólo de mi departamento de comunicación- hay una inglesa hija de exiliados chilenos, una argentina, una belga hija de alemanes casada con un francés, una suiza casada con un americano, una libanesa con un novio español...
Diversidad es, sin duda, una palabra clave. Para no aburriros con más recuentos, os cuento simplemente lo que me sucedió el domingo. Quedé con un amigo medio español medio venezolano y fuimos a comer al South Bank, una zona totalmente renovada en la orilla sur del Támesis, con multitud de instituciones culturales (cines, teatros, salas de conciertos, restaurantes, etc...). Tras un sábado de sol y cierto calor, el domingo era un día gris y desapacible. 
Comimos en un restaurante oriental y empezamos a caminar hacia el oeste en busca de un café. Al pie del London Eye vimos un gran grupo de sijs, cuya intensidad fue aumentando hasta que en Whitehall, entre el ministerio de Defensa y el 10 de Downing Street (la residencia oficial del primer ministro) vimos una concentración de ellos pidiendo la liberación de un sij condenado a muerte (sé que un periodista debería dar más detalles, pero estaba de paseo dominical). Ante la falta evidente de cafés, seguimos caminando hacia Trafalgar Square. Delante de la National Gallery asomaban tres grandes cúpulas que, cuando nos acercamos, resultaron ser tres grandes carros de colores rodeados de Hare-Krishnas. Varios cientos de personas de diversa procedencia racial bailaban alrededor de ellos al ritmo de tambores, armonios, acordeones... Tan sólo un par de metros a su izquierda, un grupo de como medio centenar de personas sostenían banderas rojas con hoces y martillos y banderines con el retrato de quien me pareció ser Abdullah Ocalan, el histórico líder independentista turco-kurdo.
Todas las sangres todas, cantaba la vieja canción... Aquí hay muestras de un buen puñado de ellas.

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