8 de julio de 2011

15-M

Aquí os dejo una versión algo más extensa del artículo que acabo de publicar en la revista 21 sobre el Movimiento 15-M. Creo que el texto es de por sí largo (he preferido ofreceróslo todo de una vez antes que fragmentarlo en capítulos, porque creo que es preferible que quien lo quiera leerlo de un tirón no ande esperando) y explícito como para andar haciendo comentarios.

Movimiento 15-M
La fuerza de la indignación
Muchos opinan que lo raro es no hubieran aparecido antes. Otros creen que han salido casi de la nada. Lo cierto es que los indignados o el movimiento 15-M, como lo queramos llamar, conquistaron el pasado mes de mayo las plazas y buena parte del alma del país. Todo parece indicar que están aquí para quedarse. Otra cuestión es si tendrán suficiente fuerza para introducir cambios en un sistema político y económico que nos venden como el único posible, aunque es un gran generador de desigualdades e insatisfacción, incluso en la parte soleada del planeta.

El estado de las cosas
Los acontecimientos se suceden a un ritmo tan vertiginoso que es importante fijar cuándo se escribe este reportaje. Estas líneas ven la luz el 20 de junio, algo más de un mes después de la manifestación convocada por la plataforma Democracia Real Ya, pistoletazo de salida para una de las conmociones más importantes que ha vivido nuestro país desde la llegada de la democracia, hace más de 30 años.
A día de hoy, casi la totalidad de las decenas de acampadas que han tomado las plazas de prácticamente todas las capitales de provincia y de algunas de las más importantes ciudades españolas han sido levantadas. En la Plaza de Sol, símbolo de la protesta, quedan tan sólo unas decenas de tiendas de irreductibles y un punto de información permanente cuya vinculación con el movimiento no todos aceptan.
Estos últimos días, el tono casi unánimemente pacífico de las protestas se ha visto alterado por sucesos de carácter violentos en Madrid (acoso al alcalde Ruiz Gallardón a la puerta de su casa y zarandeo a Cayo Lara, coordinador general de Izquierda Unida) y Barcelona (persecución de los diputados catalanes que acudían al Parlament a votar un proyecto de presupuestos plagado de recortes sociales). Apenas horas después de producirse, la gran mayoría del movimiento repudiaba estos hechos que pueden hacer que disminuya la enorme simpatía que había despertado.
Hay que considerar que en este momento, todavía está por ver la repercusión de las manifestaciones convocadas para el domingo 19 en casi 70 ciudades de España en protesta contra el Pacto del Euro y a favor de una democracia real. Cuando lean estas líneas ya sabremos el resultado de lo que es, sin duda, una prueba de fuego para la capacidad de movilización del 15-M.

Un breve resumen de los acontecimientos
La cronología de los acontecimientos del último mes es bastante bien conocida, pero no está de más hacer un breve resumen. El día 15 de mayo, en el ecuador de la campaña de las elecciones municipales y autonómicas, la plataforma Democracia Real Ya convoca una manifestación en numerosas ciudades de España. Nacida de la inquietud de jóvenes universitarios muy activos en las redes sociales que venían trabajando desde hace meses, DRY plantea una lista de reivindicaciones apartidistas para la profundización de la democracia. El resumen de todas ellas: “No somos mercancías en manos de políticos y banqueros”.
La manifestación es un éxito sorprendente. En primer lugar, para Democracia Real Ya. Más de 80.000 personas salen a la calle en la que es la mayor movilización ciudadana organizada al margen de los partidos políticos y de los sindicatos mayoritarios en mucho tiempo.
Esa misma noche, de manera espontánea, en la plaza de Sol, un grupo de personas, mayoritariamente jóvenes, se reúnen y comienzan a discutir sobre lo vivido y los motivos de la indignación que les ha llevado a la calle ese día. Se dan cuenta de que estos motivos son demasiado profundos como para que la movilización se quede en algo puntual y deciden pasar la noche allí para extender la protesta.
La noticia corre por las redes sociales. Al día siguiente, lunes, convocan una asamblea en Sol. La primera de muchas. Esa noche, más de 300 personas las que deciden pernoctar en la plaza y comienzan a organizarse.
El martes de madrugada, los acampados de Sol son desalojados por la policía. Pero vuelven por la tarde, poco a poco. Sobre las 20:00 h. del martes 17 son unos 6.000. Ya no los moverán de la plaza. Ni siquiera la prohibición de la concentración por parte de la Junta Electoral de Madrid los saca de allí. Las redes sociales se llenan de páginas, mensajes, vídeos… Hasta una mini-cadena de televisión monotemática retransmite, desde una de las azoteas de la plaza, todo lo que sucede en Sol.
La plaza, además de gente, se llena de pancartas y carteles, de tiendas de campaña. Surgen comisiones –comunicación, infraestructura, alimentación, política a largo plazo, política a corto plazo, economía… El resto de la historia es bien conocido. Ha estado en las portadas de los periódicos españoles y de buena parte del mundo.

¿Nada será como antes?
Hay ya hasta una ingente literatura sobre el tema. Aparte de los miles de artículos periodísticos escritos sobre el 11-M, la Editorial Popular ha lanzado el libro La rebelión de los indignados, con textos de los politólogos Carlos Taibo y Juan Carlos Monedero, entre otros. El propio Taibo, autor del manifiesto que cerró la manifestación de Sol ha publicado el libro Nada será como antes. Sobre el movimiento 15-M.
¿Es realmente así? ¿Tanto ha cambiado el 15-M nuestra vida política? Muchos opinan que sí, aunque reconocen que es muy pronto para decir cuál puede ser el alcance del movimiento y sus reivindicaciones. Quizás, es incluso pronto para definir los contornos de un movimiento difuso. Un movimiento que, según decía Monedero en la presentación de La rebelión de los indignados ni siquiera cumple los principios de un movimiento: “No tiene líderes, ni estructura, ni programa claro y, sin embargo…”
Sin embargo, está ahí. Y, para muchos, sólo con lo hecho hasta ahora (noche del 15 de junio), ha cambiado las cosas. El título del citado libro de Taibo es de por sí expresivo. En él afirma: “se abre un escenario nuevo, claramente mejor que el de antes de ayer”. ¿Por qué? Porque “su gigantesco montaje (el de nuestros gobernantes), que tan eficiente nos parecía, se ha desmoronado, siquiera sea sólo parcialmente, en unas pocas horas”. En la misma línea, Monedero asegura: “lo importante no es lo que va a ocurrir, sino que lo que ya ha ocurrido nos permite hacer cosas que antes no podíamos hacer”.
Esta visión optimista es compartida por el veterano periodista Pepe Ribas, fundador de la mítica revista Ajoblanco, emblema de la contracultura hasta los años 90. Ribas escribía, en una personalísima crónica para el suplemento cultural de La Vanguardia: “Nunca como hasta ahora he creído posible un cambio radical aquí y en todas partes”.
Incluso gentes cuyo tono es menos entusiasta, como el sociólogo Javier Elzo, aseguran que los indignados suponen “un aldabonazo a una sociedad dormida, resignada, individualista”. Aunque, a su modo de ver, “es un movimiento más de protesta que de construcción”, Elzo cree que el 15-M “no se va a quedar aquí”. Para él, su futuro dependerá de cómo sortee dos escollos: impedir que elementos violentos copen la movilización y fomentar una reflexión ciudadana que pueda realmente traducirse en propuestas políticas.
En este sentido, Ignacio Escolar, columnista del diario Público, señala un peligro: “No se pueden debatir un montón de propuestas como si fuese una lista de los reyes magos. Democracia Real Ya está siendo muy inteligente: hace peticiones transversales, que pueden ser compartidas por la derecha y por la izquierda: que no haya corruptos en las listas, que los votos valgan igual, que no gobiernen los mercados. Son mínimos son muy valiosos, porque generan un campo de juego para todos, a diferencia de otros planteamientos minoritarios”.

Un movimiento horizontal y heterogéneo
La heterogeneidad del movimiento, sus difusos contornos, su horizontalidad y su modos de hacer asamblearios suponen, vistos desde fuera, un problema a la hora de conseguir que la energía emocional y política que ha despertado se traduzca en logros concretos. Pero para sus miembros es una riqueza.
Carlos Pardo, librero y escritor, participó en la redacción del Manifiesto plural, uno de los primeros entre los muchos documentos que ha generado el 15-M, ha formado parte de la Comisión de Política a Largo Plazo de la Acampada de Sol  y ahora se ha integrado en la de Economía. “El método asambleario me chocaba. Después de unas semanas, me parece una pieza esencial del movimiento. Obliga a llegar a acuerdos y respetar a las minorías. A pensar con lentitud y a escuchar”. ¿La heterogeneidad, un problema? En absoluto: “Si no fuese un movimiento dispar, no aglutinaría tanta gente”.
Pardo, muy optimista, augura que el 15-M va a suponer un cambio esencial de mentalidad: “la gente está comenzando a recuperar el pensamiento crítico, a sentir que las decisiones políticas empiezan en ellos. Se está comenzando a reconstruir un tejido social que se había perdido y a recuperar el sentido de lo público”.
También Jon Aguirre Such, uno de los fundadores de Democracia Real Ya, cree que ha nacido una nueva conciencia. Confiesa que en muchos momentos se ha sentido “sobrepasado” por el éxito de la manifestación del 15-M y lo que ha venido después. Pero, constatada la repercusión de su llamada a demostrar la indignación que muchos sentían, se siente lleno de esperanza.
“Seguro que vamos a cambiar las cosas. No somos ingenuos y sabemos que esto no se consigue de un día para otro. Pero ya hemos hecho historia. Estamos rompiendo el viejo paradigma de izquierdas y derechas. Hemos conseguido que la gente salga a la calle, que piense, que recupere el espacio público como un espacio de ciudadanía. Esto ya es un éxito. Pero no nos conformamos. Nos esperan todavía muchos más”.

Pasar de la movilización a la propuesta
Para muchos, la clave de esos éxitos que la fe de Aguirre Such considera seguros radica en que el movimiento sepa pasar de la movilización a la propuesta. Arcadi Oliveres es un economista hace ya mucho tiempo comprometido con la lucha por un mundo más justo. Para él, el desafío principal del movimiento 15-M es saber hacer pedagogía política: “Acampar y protestar es sano, pero no es el objetivo final”.
Si el 15-M conseguirá dar el paso de la protesta a la propuesta es, para Oliveres, algo pronto para decirlo: “Hace tres semanas que comenzó todo y no podemos querer resolver un problema en semanas cuando llevamos años sin reaccionar ante lo que se nos ha venido encima”. Pero ve señales de que es posible: “El movimiento tiene toda una lista de peticiones concretas, muy acertadas y pertinentes. El desafío es que sepa articularlas y presentarlas de manera firme a los poderes públicos”.
Junto a ese reto, tanto Oliveres como otros señalan un desafío crucial: la internacionalización del movimiento. Ignacio Escolar apunta: “Los problemas que tenemos son globales y no se resuelven porque se les ataque localmente”. Él cree que, en este sentido, el 15-M va en el buen camino: “La movilización propuesta para el 15 de octubre ya se plantea a nivel europeo. Y el movimiento ha generado esperanza no sólo en España, sino más allá”. Es una idea que Jon Aguirre Such, de Democracia Real Ya, tiene muy presente: “Estamos generando una infraestructura de movilización internacional. La crisis es global y la respuesta tiene que ser global. La indignación no tiene fronteras”.
En el mismo sentido se manifiesta Josep Ramoneda, analista político y director del Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB). “El movimiento de indignación tiene que ser europeo, o no será”. Mirando más en concreto a nuestro país, Ramoneda, profundo conocedor de la izquierda tradicional y de los movimientos de izquierda alternativa, asegura que “nuestra democracia posfranquista vive un momento de impasse. No sabemos ni dónde estamos ni hacia dónde vamos. Es un momento de refundación en el que las propuestas similares a las del 15-M pueden resultar de utilidad para profundizar la democracia”.
Si el mismo movimiento contribuirá o no a ese giro es, para Ramoneda, algo difícil de asegurar en este momento. Lo que sí está claro es que para que ese giro se dé “es necesaria la presión de la opinión pública, y el movimiento 15-M es un vehículo de esa presión”.

Motivos para la indignación
Si las razones para la indignación estaban ahí desde hace mucho tiempo, ¿por qué la gente ha tomado las calles en el mes de mayo de 2011, no antes ni después? Para Ignacio Escolar, “Esto se intentó hacer varias veces antes. En este sentido, el 15-M es el triunfo de un montón de gente que lleva muchos años haciendo cosas y fracasando. Probablemente, el que haya funcionado ahora tiene que ver con que estábamos en campaña electoral”. A este dato, matiza el propio Escolar, habría que sumarle muchos otros factores:  el desencanto con la corrupción, los últimos datos de desempleo, la repercusión de libros como ¡Indignaos!, del francés Stepháne Hessel o su secuela española Reacciona, y la existencia de referentes externos como las movilizaciones ciudadanas en Islandia en contra del rescate de la banca con dinero público y del norte de África contra sus dictadores.
Arcadi Oliveres asegura que los motivos para la indignación estaban ahí “desde hace por lo menos dos años y medio”. Y señala, entre otros: precariedad, desahucios, incremento del paro juvenil. Josep Ramoneda coincide con él en todos ellos, aunque señala la importancia del ejemplo árabe. De hecho, ya antes del 15-M el analista político habló de la posibilidad de que las ciberrevoluciones árabes encontrasen su eco entre la juventud europea.
Javier Elzo señala que el caldo de cultivo de la indignación ha sido “la situación de cabreo generalizado ante la crisis, con un paro galopante, por un lado, y la sensación de un funcionamiento democrático (no de la democracia como tal) que se percibe como no representativo de las demandas de la sociedad”.
Por su parte, Carlos Taibo en Nada será como antes señala como razones del éxito del movimiento 15-M “la innegable habilidad de los organizadores de las manifestaciones del domingo 15 de mayo, el descontento general entre la población, el caos que se ha ido asentando en las universidades, ahondado por el plan Bolonia, las elecciones autonómicas y municipales, el eco simbólico de la revuelta árabe y el trabajo de años de los movimientos sociales críticos”. Todo ello, sumado a que “el hecho de que en su estadio inicial el movimiento hubiese superado todas las expectativas atrajo hacia él inmediatamente a muchas gentes”.
Más allá de estos análisis, los periódicos están llenos de declaraciones de los participantes en las movilizaciones en las que explican por qué se han sumado a ellas:
“Hay que cambiar. Los políticos que se arrodillan ante los financieros nos están dando patadas” (Chema Ruiz). “Tengo que estar aquí, porque lo que aquí está ocurriendo responde a mi idea de democracia” (Eva Botella) “El Estado de Derecho no es igual para todos. Quiero que se haga real para el ciudadano” (Matilde Cano). “Más allá de los partidos políticos, todos queremos una democracia mejor, en la que tengamos opinión de una forma más profunda que dar un voto cada cuatro años” (Alejandra).
Son sólo unos pocos ejemplos tomados casi al azar de dos reportajes en sendos suplementos dominicales. Las razones de Chema, Eva, Matilde o Alejandra parecen ser compartidas por muchos ciudadanos de nuestro país. Según una encuesta de Metroscopia publicada en El País el pasado 5 de junio, el 81% de los españoles piensan que los indignados “en general, tienen razón en las cosas por las que protestan”; el 80% de los españoles cree que el movimiento 15-M supone “un aviso sobre problemas reales que existen en nuestra sociedad”, y el 66% siente “más bien simpatía” por el movimiento.



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