9 de julio de 2011

Aute, un místico en versión humorística

Os dejo aquí una entrevista con el cantautor Luis Eduardo Aute. También está recién publicada en la revista 21. Pero con un tono mucho menos solemne, afortunadamente.

Aute, artista polindeciso
“Soy incapaz de separar lo humano de lo divino”
Es el más filosófico y místico de nuestros cantautores. Alguien que parece estar ahí desde siempre. Antes de los setenta (el pequeño de los Alcantara ni siquiera había nacido), toda España conocía canciones suyas como Aleluya nº 5 o Rosas en el Mar. Por entonces, en aquellos años en que nadie viajaba, un joven e inquieto Luis Eduardo Aute, nacido en Manila y emigrado a Madrid con 11 años, ya había conocido Brasil, Francia y otros países de Europa. Tras desertar de la carrera de aparejadores, pintaba y exponía, hacía cine y grababa discos. Hoy, años después, lo primero que sorprende de hablar con Luis Eduardo Aute es la calidez de su voz. Es una voz que acoge, casi acuna. Inmediatamente después de eso, te asalta la impresión de estar hablando con un joven que busca su camino en la vida, que tiene todo el tiempo del mundo por delante, pese a sus casi 70 años. En unas u otras circunstancias (desde convivencias parroquiales a asambleas sindicales), todos los que tenemos más de 30 años en este país hemos cantado alguna de sus canciones más famosas. Desde Al Alba a Una de dos, sus éxitos son innumerables. Pero Aute sigue sin tener claro qué ser de mayor.


-Usted supo que tenía cosas que decir desde bien joven. A los 17 inaugura exposición, toca con Los Sonor y, a los 18, ya publica un librito.
-No es así. Tenía un libro escrito, pero no llegué a publicarlo, infelizmente. O felizmente, porque era un libro totalmente quemable.
-Pero sí que tenía cosas que decir.
-Tanto como eso… Lo que si es cierto es que me lo pasaba bien pintando y escribiendo. Ayudaba mucho a que la vida fuese menos aburrida y solitaria.
-En la facultad de aparejadores le vieron muy poco el pelo.
-15 días.
-En seguida, comenzó a escaparse a París. ¿Tan irrespirable era el ambiente en España era irrespirable o es que quería vivir la revolución sexual?
-Desde luego, la revolución sexual siempre ha sido francesa. Pero no me fui a París por eso. Como dice, tenía ganas de respirar, de conocer otras cosas y personas, vivir otras experiencias, ver muchas exposiciones y, sobre todo, mucho cine que aquí no se podía ver.
-Fue Massiel la que le convenció para que empezase a componer. Claro, cualquiera le decía que no a una mujer de ese carácter.
-(Risas) Ella no me convenció. Yo ya componía cuando la conocí, que fue antes de que hubiese grabado ningún disco. Ella escuchó algunas canciones mías y escogió tres o cuatro para interpretarlas, eso es todo.
-Al principio, se inclinaba mucho más por la pintura. De hecho, costó convencerle para que empezase a grabar.
-Bueno… (duda). En esas estamos. Pinto desde pequeño y tengo un estudio de pintura y no un estudio de grabación, que es lo que tiene todo cantante que se precie. Mis canciones y mis poemas a veces me parecen tan sólo una válvula de escape, pero nunca prescindiré, donde viva, de tener un cuarto para dedicarme a emborronar papeles y lienzos.
-¿Cambiaría todos los discos que ha grabado por una exposición en el Reina Sofía, por ejemplo?
-No, no (rotundo). Son cosas muy distintas. Me gusta mucho componer y me gusta mucho cantar. La exposición en el Reina Sofía me gustaría mucho, pero no tengo prisa.


-Supongo que si le recuerdo que en 1968 publicó un disco que iba a ser su testamento musical, se ríe.
-(Risas). Tras unos años muy intensos en la música, entre 1963 y 1968, no entendía nada. Mis canciones, especialmente Aleluya nº 5 y Rosas en el mar habían tenido un éxito tremendo. Eso me pilló desprevenido. Era algo muy grande, que me sobrepasaba. Necesitaba poner algo de distancia, así que grabé ese disco de despedida y estuve alejado del mundo de la música cinco años. Me dediqué a hacer exposiciones y seguía componiendo, pero no cantaba. Eran otros los que interpretaban y grababan mis canciones.
-Está claro que no tenía dotes de adivino.
-Bueno, como le decía, sigo en la duda. Sigo sin tenerlo claro. Sin duda, como adivino sigo siendo un fracaso.
-Para añadir más elementos de duda, se dedicó a escribir libros.
-Escribir libros, para mí, es lo mismo que escribir canciones. Evidentemente, los medios son distintos, pero yo no soy consciente de que sean cosas distintas. Se trata de crear imágenes, construir ideas con palabras y huir del aburrimiento.
-Muchas de sus canciones se transformaron casi inmediatamente en himnos. ¿Eso no paraliza a la hora de escribir nuevas canciones?
-Parece ser que no, porque he seguido haciéndolo. Nunca he tenido conciencia de que fueran himnos. Y si lo han sido, lo han sido a pesar mío. Por eso nunca he sentido ese peso.
-Yo le he visto negarse a interpretar Al Alba. Lo de hacer grandes canciones tiene su lado coñazo, también, ¿no?
-Coñazo, no. A mí me gusta cantar las canciones que conoce la gente, porque a mí también me gusta ir a un concierto y que toquen las canciones que conozco. Lo que pasa es que, a veces, necesito poner alguna canción entre paréntesis, apartarla. Cuando canto una canción quiero tener la sensación de que es la primera vez que la canto.




-Dígame tres cosas que actualmente sean más difíciles que encontrar rosas en el mar.
-¡Uf! Sentido común… (duda) Imaginación…
-¿Sigue pensando que vivir es más que un derecho, que es el deber de reflexionar?
-Sí. Si la vida tiene sentido es haciéndose preguntas sobre qué hacemos aquí. Aun sabiendo que no hay respuestas.
-¿Y sobre que reflexiona Aute ahora, a su edad?
-(Risas) Pues sobre lo mismo que cuando no tenía edad. Trato de descifrar este misterio de estar aquí, de saber por qué y para que estamos, de qué va todo esto. Siempre me ha movido la curiosidad. Sin ella no hay nada. Siempre he querido saber qué hay detrás de lo que se ve, que hay de invisible tras lo visible.
-Con Templo, muchos le compararon con San Juan de la Cruz. Es usted un místico.
-No lo sé. Me siento incapaz de separar lo divino y lo humano. Lo humano es divino. Entre otras cosas, porque no habría consciencia de Dios sin seres humanos. Por otra parte, aquel disco no tenía nada que ver con San Juan. Nacía de una necesidad que siempre he sentido de sacralizar lo profano sin profanar lo sacro.
-Voy a su página web, la abro y veo un gran ojo que me mira. ¿Complejo de Gran Hermano? ¿O aspira sólo a gran voyeur?
-Esa imagen es un cuadro que se llama autorreflexión y que es un autorretrato. El primer sitio en que un ser humano se descubre a sí mismo, toma conciencia de su subjetividad, es en el espejo del agua o en las pupilas de otro ser humano. Esa pintura hace alusión a esa primera reflexión de un ser humano sobre sí mismo. Es un juego de espejos.
-Ha estado unos años más ausente, pero ha vuelto con fuerza. En 2010, nuevo disco y nuevo libro y este año, una gira llena de conciertos.
-Sí, tengo bastante carretera por delante. Es algo que me reconforta.
-Nada de miedo escénico, como Sabina.
-No sé qué le pasa a Sabina. En cuanto a mí, yo no hablaría de miedo escénico, sino de angustia escénica.
-Su nuevo disco se titula Intemperie. ¿Tan desamparado se siente?
-No más que cualquier otro, en estos tiempos intempestivos. Vivimos un periodo de gran inquietud. Un sistema se está derrumbando y arranca otro que parece marcado por la precariedad y la inseguridad. Es un tiempo de crisis en todos los sentidos. No sólo económica.


No hay comentarios: