16 de julio de 2011

¿Hacia el colapso? - II

Hace unos días hacía referencia en este blog al libro Colapso, de Jared Diamond, y cantábamos las virtudes de un texto que se pregunta por qué unas sociedades perduran y otras desaparecen. Entonces hacíamos referencia al capítulo que narra la desaparición de la sociedad de la isla de Pascua. La lectura apasionante de este libro me tiene ahora atrapado ahora en los hielos de Groenlandia, un paisaje bien distinto en el que una sociedad bien distinta se juega -también-  su supervivencia.
Las colonias noruego-vikingas de Groenlandia nacieron en el siglo X y se extinguieron en el siglo XIV, incapaces de hacer frente a numerosos problemas de carácter ecológico (unas condiciones climáticas extremas y un suelo extramamente frágil), político (la aparición de una sociedad competidora, la de los inuit -los esquimales-) y cultural.
Aunque Diamond examina detenida y, al mismo tiempo, amenamente, todas estas cuestiones, yo quiero detenerme en este último tipo de factores , los culturales. Diamond incide en ellos dejando bien claro que la supervivencia de un grupo humano no era imposible en Groenlandia, incluso en las terribles condiciones que a partir del año 1300 impuso en la zona la llamada Pequeña Glaciación, un enfriamiento general de la temperatura del planeta que se prolongó hasta el siglo XIX. De hecho, los inuit constituyeron una sociedad, si no próspera, si plenamente adaptada al nicho ecológico groenlandés en donde los vikingos habían fracasado. Y el ascenso del dominio territorial inuit sobre Groenlandia fue en paralelo a la progresiva desaparición de los noruego-vikingos de la gran isla helada.
En un momento dado, Diamond afirma que a los noruegos "les resultó culturalmente imposible introducir en su vida cambios drásticos que podrían haberles ayudado a sobrevivir". Y se explica: al considerarse cristianos europeos superiores a los paganos inuit les resultó imposible adoptar su anorak, una prenda de vestir mucho más apropiada para el frío de Groenlandia que los ropajes medievales europeos. Tampoco se dignaron en averiguar cómo funcionaban sus kayak, las rápidas barcas unipersonales que les permitían depredar una buena parte de especies marinas a los que los noruegos raramente tenían acceso. Ni siquiera aprender a utilizar los arpones inuit para cazar ballenas.
Todas estas negativas a modificar su cultura y otras que explica Diamond llevaron a los noruegos-vikingos de Groenlandia a su desaparición como sociedad.
Qué fácil es juzgar a siglos de distancia a aquella sociedad y acusarles de torpeza y cortedad de miras. Sin embargo, a nosotros nos pasa ampliamente lo mismo. ¿No pensarán en nosotros como torpes cuando examinen la historia de estos años y se rían de cómo pudimos seguir aferrados a las calificaciones de agencias que habían errado clamorosamente en la predicción de la crisis del capitalismo global? ¿No pensarán, en general, que fuimos tontos al mantenernos leales -por acción u omisión- a un sistema económico que genera sólo pobreza, injusticia e inseguridad crecientes? ¿No se reirán de unos pueblos que consintieron volverse más y más pobres sólo porque sus condicionamientos culturales hacían que no fueran capaces de apostar por otra forma de organizar la vida en común?
Mientras llegan esas carcajadas, que espero poder escuchar, porque eso supondrá que nos hemos sabido deshacer de nuestros prejuicios culturales para organizar de un modo más sensato nuestra sociedad, os invito a bailar con REM y su himno apocalíptico-irónico.

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