17 de julio de 2011

Postal desde India - Gitanas en Jaisalmer


Poco antes de volver a Jaisalmer, después de pasar una noche durmiendo en el desierto, el jeep de nuestro guía, un gerente de hotel casi analfabeto pero sabio, vestido con su mejor chaqueta-túnica de un blanco impecable para impresionar a una de nuestras compañeras de viaje, de la que se había enamorado a primera vista,  paró a petición mía para sacar unas fotos en un poblado de gitanos nómadas. Los niños y las mujeres fueron quienes se acercaron, sonrientes y pedigüeñas. Dudo que nuestras magras propinas hicieran que les valiese la pena el esfuerzo.

16 de julio de 2011

¿Hacia el colapso? - II

Hace unos días hacía referencia en este blog al libro Colapso, de Jared Diamond, y cantábamos las virtudes de un texto que se pregunta por qué unas sociedades perduran y otras desaparecen. Entonces hacíamos referencia al capítulo que narra la desaparición de la sociedad de la isla de Pascua. La lectura apasionante de este libro me tiene ahora atrapado ahora en los hielos de Groenlandia, un paisaje bien distinto en el que una sociedad bien distinta se juega -también-  su supervivencia.
Las colonias noruego-vikingas de Groenlandia nacieron en el siglo X y se extinguieron en el siglo XIV, incapaces de hacer frente a numerosos problemas de carácter ecológico (unas condiciones climáticas extremas y un suelo extramamente frágil), político (la aparición de una sociedad competidora, la de los inuit -los esquimales-) y cultural.
Aunque Diamond examina detenida y, al mismo tiempo, amenamente, todas estas cuestiones, yo quiero detenerme en este último tipo de factores , los culturales. Diamond incide en ellos dejando bien claro que la supervivencia de un grupo humano no era imposible en Groenlandia, incluso en las terribles condiciones que a partir del año 1300 impuso en la zona la llamada Pequeña Glaciación, un enfriamiento general de la temperatura del planeta que se prolongó hasta el siglo XIX. De hecho, los inuit constituyeron una sociedad, si no próspera, si plenamente adaptada al nicho ecológico groenlandés en donde los vikingos habían fracasado. Y el ascenso del dominio territorial inuit sobre Groenlandia fue en paralelo a la progresiva desaparición de los noruego-vikingos de la gran isla helada.
En un momento dado, Diamond afirma que a los noruegos "les resultó culturalmente imposible introducir en su vida cambios drásticos que podrían haberles ayudado a sobrevivir". Y se explica: al considerarse cristianos europeos superiores a los paganos inuit les resultó imposible adoptar su anorak, una prenda de vestir mucho más apropiada para el frío de Groenlandia que los ropajes medievales europeos. Tampoco se dignaron en averiguar cómo funcionaban sus kayak, las rápidas barcas unipersonales que les permitían depredar una buena parte de especies marinas a los que los noruegos raramente tenían acceso. Ni siquiera aprender a utilizar los arpones inuit para cazar ballenas.
Todas estas negativas a modificar su cultura y otras que explica Diamond llevaron a los noruegos-vikingos de Groenlandia a su desaparición como sociedad.
Qué fácil es juzgar a siglos de distancia a aquella sociedad y acusarles de torpeza y cortedad de miras. Sin embargo, a nosotros nos pasa ampliamente lo mismo. ¿No pensarán en nosotros como torpes cuando examinen la historia de estos años y se rían de cómo pudimos seguir aferrados a las calificaciones de agencias que habían errado clamorosamente en la predicción de la crisis del capitalismo global? ¿No pensarán, en general, que fuimos tontos al mantenernos leales -por acción u omisión- a un sistema económico que genera sólo pobreza, injusticia e inseguridad crecientes? ¿No se reirán de unos pueblos que consintieron volverse más y más pobres sólo porque sus condicionamientos culturales hacían que no fueran capaces de apostar por otra forma de organizar la vida en común?
Mientras llegan esas carcajadas, que espero poder escuchar, porque eso supondrá que nos hemos sabido deshacer de nuestros prejuicios culturales para organizar de un modo más sensato nuestra sociedad, os invito a bailar con REM y su himno apocalíptico-irónico.

9 de julio de 2011

Aute, un místico en versión humorística

Os dejo aquí una entrevista con el cantautor Luis Eduardo Aute. También está recién publicada en la revista 21. Pero con un tono mucho menos solemne, afortunadamente.

Aute, artista polindeciso
“Soy incapaz de separar lo humano de lo divino”
Es el más filosófico y místico de nuestros cantautores. Alguien que parece estar ahí desde siempre. Antes de los setenta (el pequeño de los Alcantara ni siquiera había nacido), toda España conocía canciones suyas como Aleluya nº 5 o Rosas en el Mar. Por entonces, en aquellos años en que nadie viajaba, un joven e inquieto Luis Eduardo Aute, nacido en Manila y emigrado a Madrid con 11 años, ya había conocido Brasil, Francia y otros países de Europa. Tras desertar de la carrera de aparejadores, pintaba y exponía, hacía cine y grababa discos. Hoy, años después, lo primero que sorprende de hablar con Luis Eduardo Aute es la calidez de su voz. Es una voz que acoge, casi acuna. Inmediatamente después de eso, te asalta la impresión de estar hablando con un joven que busca su camino en la vida, que tiene todo el tiempo del mundo por delante, pese a sus casi 70 años. En unas u otras circunstancias (desde convivencias parroquiales a asambleas sindicales), todos los que tenemos más de 30 años en este país hemos cantado alguna de sus canciones más famosas. Desde Al Alba a Una de dos, sus éxitos son innumerables. Pero Aute sigue sin tener claro qué ser de mayor.


-Usted supo que tenía cosas que decir desde bien joven. A los 17 inaugura exposición, toca con Los Sonor y, a los 18, ya publica un librito.
-No es así. Tenía un libro escrito, pero no llegué a publicarlo, infelizmente. O felizmente, porque era un libro totalmente quemable.
-Pero sí que tenía cosas que decir.
-Tanto como eso… Lo que si es cierto es que me lo pasaba bien pintando y escribiendo. Ayudaba mucho a que la vida fuese menos aburrida y solitaria.
-En la facultad de aparejadores le vieron muy poco el pelo.
-15 días.
-En seguida, comenzó a escaparse a París. ¿Tan irrespirable era el ambiente en España era irrespirable o es que quería vivir la revolución sexual?
-Desde luego, la revolución sexual siempre ha sido francesa. Pero no me fui a París por eso. Como dice, tenía ganas de respirar, de conocer otras cosas y personas, vivir otras experiencias, ver muchas exposiciones y, sobre todo, mucho cine que aquí no se podía ver.
-Fue Massiel la que le convenció para que empezase a componer. Claro, cualquiera le decía que no a una mujer de ese carácter.
-(Risas) Ella no me convenció. Yo ya componía cuando la conocí, que fue antes de que hubiese grabado ningún disco. Ella escuchó algunas canciones mías y escogió tres o cuatro para interpretarlas, eso es todo.
-Al principio, se inclinaba mucho más por la pintura. De hecho, costó convencerle para que empezase a grabar.
-Bueno… (duda). En esas estamos. Pinto desde pequeño y tengo un estudio de pintura y no un estudio de grabación, que es lo que tiene todo cantante que se precie. Mis canciones y mis poemas a veces me parecen tan sólo una válvula de escape, pero nunca prescindiré, donde viva, de tener un cuarto para dedicarme a emborronar papeles y lienzos.
-¿Cambiaría todos los discos que ha grabado por una exposición en el Reina Sofía, por ejemplo?
-No, no (rotundo). Son cosas muy distintas. Me gusta mucho componer y me gusta mucho cantar. La exposición en el Reina Sofía me gustaría mucho, pero no tengo prisa.


-Supongo que si le recuerdo que en 1968 publicó un disco que iba a ser su testamento musical, se ríe.
-(Risas). Tras unos años muy intensos en la música, entre 1963 y 1968, no entendía nada. Mis canciones, especialmente Aleluya nº 5 y Rosas en el mar habían tenido un éxito tremendo. Eso me pilló desprevenido. Era algo muy grande, que me sobrepasaba. Necesitaba poner algo de distancia, así que grabé ese disco de despedida y estuve alejado del mundo de la música cinco años. Me dediqué a hacer exposiciones y seguía componiendo, pero no cantaba. Eran otros los que interpretaban y grababan mis canciones.
-Está claro que no tenía dotes de adivino.
-Bueno, como le decía, sigo en la duda. Sigo sin tenerlo claro. Sin duda, como adivino sigo siendo un fracaso.
-Para añadir más elementos de duda, se dedicó a escribir libros.
-Escribir libros, para mí, es lo mismo que escribir canciones. Evidentemente, los medios son distintos, pero yo no soy consciente de que sean cosas distintas. Se trata de crear imágenes, construir ideas con palabras y huir del aburrimiento.
-Muchas de sus canciones se transformaron casi inmediatamente en himnos. ¿Eso no paraliza a la hora de escribir nuevas canciones?
-Parece ser que no, porque he seguido haciéndolo. Nunca he tenido conciencia de que fueran himnos. Y si lo han sido, lo han sido a pesar mío. Por eso nunca he sentido ese peso.
-Yo le he visto negarse a interpretar Al Alba. Lo de hacer grandes canciones tiene su lado coñazo, también, ¿no?
-Coñazo, no. A mí me gusta cantar las canciones que conoce la gente, porque a mí también me gusta ir a un concierto y que toquen las canciones que conozco. Lo que pasa es que, a veces, necesito poner alguna canción entre paréntesis, apartarla. Cuando canto una canción quiero tener la sensación de que es la primera vez que la canto.




-Dígame tres cosas que actualmente sean más difíciles que encontrar rosas en el mar.
-¡Uf! Sentido común… (duda) Imaginación…
-¿Sigue pensando que vivir es más que un derecho, que es el deber de reflexionar?
-Sí. Si la vida tiene sentido es haciéndose preguntas sobre qué hacemos aquí. Aun sabiendo que no hay respuestas.
-¿Y sobre que reflexiona Aute ahora, a su edad?
-(Risas) Pues sobre lo mismo que cuando no tenía edad. Trato de descifrar este misterio de estar aquí, de saber por qué y para que estamos, de qué va todo esto. Siempre me ha movido la curiosidad. Sin ella no hay nada. Siempre he querido saber qué hay detrás de lo que se ve, que hay de invisible tras lo visible.
-Con Templo, muchos le compararon con San Juan de la Cruz. Es usted un místico.
-No lo sé. Me siento incapaz de separar lo divino y lo humano. Lo humano es divino. Entre otras cosas, porque no habría consciencia de Dios sin seres humanos. Por otra parte, aquel disco no tenía nada que ver con San Juan. Nacía de una necesidad que siempre he sentido de sacralizar lo profano sin profanar lo sacro.
-Voy a su página web, la abro y veo un gran ojo que me mira. ¿Complejo de Gran Hermano? ¿O aspira sólo a gran voyeur?
-Esa imagen es un cuadro que se llama autorreflexión y que es un autorretrato. El primer sitio en que un ser humano se descubre a sí mismo, toma conciencia de su subjetividad, es en el espejo del agua o en las pupilas de otro ser humano. Esa pintura hace alusión a esa primera reflexión de un ser humano sobre sí mismo. Es un juego de espejos.
-Ha estado unos años más ausente, pero ha vuelto con fuerza. En 2010, nuevo disco y nuevo libro y este año, una gira llena de conciertos.
-Sí, tengo bastante carretera por delante. Es algo que me reconforta.
-Nada de miedo escénico, como Sabina.
-No sé qué le pasa a Sabina. En cuanto a mí, yo no hablaría de miedo escénico, sino de angustia escénica.
-Su nuevo disco se titula Intemperie. ¿Tan desamparado se siente?
-No más que cualquier otro, en estos tiempos intempestivos. Vivimos un periodo de gran inquietud. Un sistema se está derrumbando y arranca otro que parece marcado por la precariedad y la inseguridad. Es un tiempo de crisis en todos los sentidos. No sólo económica.


8 de julio de 2011

15-M

Aquí os dejo una versión algo más extensa del artículo que acabo de publicar en la revista 21 sobre el Movimiento 15-M. Creo que el texto es de por sí largo (he preferido ofreceróslo todo de una vez antes que fragmentarlo en capítulos, porque creo que es preferible que quien lo quiera leerlo de un tirón no ande esperando) y explícito como para andar haciendo comentarios.

Movimiento 15-M
La fuerza de la indignación
Muchos opinan que lo raro es no hubieran aparecido antes. Otros creen que han salido casi de la nada. Lo cierto es que los indignados o el movimiento 15-M, como lo queramos llamar, conquistaron el pasado mes de mayo las plazas y buena parte del alma del país. Todo parece indicar que están aquí para quedarse. Otra cuestión es si tendrán suficiente fuerza para introducir cambios en un sistema político y económico que nos venden como el único posible, aunque es un gran generador de desigualdades e insatisfacción, incluso en la parte soleada del planeta.

El estado de las cosas
Los acontecimientos se suceden a un ritmo tan vertiginoso que es importante fijar cuándo se escribe este reportaje. Estas líneas ven la luz el 20 de junio, algo más de un mes después de la manifestación convocada por la plataforma Democracia Real Ya, pistoletazo de salida para una de las conmociones más importantes que ha vivido nuestro país desde la llegada de la democracia, hace más de 30 años.
A día de hoy, casi la totalidad de las decenas de acampadas que han tomado las plazas de prácticamente todas las capitales de provincia y de algunas de las más importantes ciudades españolas han sido levantadas. En la Plaza de Sol, símbolo de la protesta, quedan tan sólo unas decenas de tiendas de irreductibles y un punto de información permanente cuya vinculación con el movimiento no todos aceptan.
Estos últimos días, el tono casi unánimemente pacífico de las protestas se ha visto alterado por sucesos de carácter violentos en Madrid (acoso al alcalde Ruiz Gallardón a la puerta de su casa y zarandeo a Cayo Lara, coordinador general de Izquierda Unida) y Barcelona (persecución de los diputados catalanes que acudían al Parlament a votar un proyecto de presupuestos plagado de recortes sociales). Apenas horas después de producirse, la gran mayoría del movimiento repudiaba estos hechos que pueden hacer que disminuya la enorme simpatía que había despertado.
Hay que considerar que en este momento, todavía está por ver la repercusión de las manifestaciones convocadas para el domingo 19 en casi 70 ciudades de España en protesta contra el Pacto del Euro y a favor de una democracia real. Cuando lean estas líneas ya sabremos el resultado de lo que es, sin duda, una prueba de fuego para la capacidad de movilización del 15-M.

Un breve resumen de los acontecimientos
La cronología de los acontecimientos del último mes es bastante bien conocida, pero no está de más hacer un breve resumen. El día 15 de mayo, en el ecuador de la campaña de las elecciones municipales y autonómicas, la plataforma Democracia Real Ya convoca una manifestación en numerosas ciudades de España. Nacida de la inquietud de jóvenes universitarios muy activos en las redes sociales que venían trabajando desde hace meses, DRY plantea una lista de reivindicaciones apartidistas para la profundización de la democracia. El resumen de todas ellas: “No somos mercancías en manos de políticos y banqueros”.
La manifestación es un éxito sorprendente. En primer lugar, para Democracia Real Ya. Más de 80.000 personas salen a la calle en la que es la mayor movilización ciudadana organizada al margen de los partidos políticos y de los sindicatos mayoritarios en mucho tiempo.
Esa misma noche, de manera espontánea, en la plaza de Sol, un grupo de personas, mayoritariamente jóvenes, se reúnen y comienzan a discutir sobre lo vivido y los motivos de la indignación que les ha llevado a la calle ese día. Se dan cuenta de que estos motivos son demasiado profundos como para que la movilización se quede en algo puntual y deciden pasar la noche allí para extender la protesta.
La noticia corre por las redes sociales. Al día siguiente, lunes, convocan una asamblea en Sol. La primera de muchas. Esa noche, más de 300 personas las que deciden pernoctar en la plaza y comienzan a organizarse.
El martes de madrugada, los acampados de Sol son desalojados por la policía. Pero vuelven por la tarde, poco a poco. Sobre las 20:00 h. del martes 17 son unos 6.000. Ya no los moverán de la plaza. Ni siquiera la prohibición de la concentración por parte de la Junta Electoral de Madrid los saca de allí. Las redes sociales se llenan de páginas, mensajes, vídeos… Hasta una mini-cadena de televisión monotemática retransmite, desde una de las azoteas de la plaza, todo lo que sucede en Sol.
La plaza, además de gente, se llena de pancartas y carteles, de tiendas de campaña. Surgen comisiones –comunicación, infraestructura, alimentación, política a largo plazo, política a corto plazo, economía… El resto de la historia es bien conocido. Ha estado en las portadas de los periódicos españoles y de buena parte del mundo.

¿Nada será como antes?
Hay ya hasta una ingente literatura sobre el tema. Aparte de los miles de artículos periodísticos escritos sobre el 11-M, la Editorial Popular ha lanzado el libro La rebelión de los indignados, con textos de los politólogos Carlos Taibo y Juan Carlos Monedero, entre otros. El propio Taibo, autor del manifiesto que cerró la manifestación de Sol ha publicado el libro Nada será como antes. Sobre el movimiento 15-M.
¿Es realmente así? ¿Tanto ha cambiado el 15-M nuestra vida política? Muchos opinan que sí, aunque reconocen que es muy pronto para decir cuál puede ser el alcance del movimiento y sus reivindicaciones. Quizás, es incluso pronto para definir los contornos de un movimiento difuso. Un movimiento que, según decía Monedero en la presentación de La rebelión de los indignados ni siquiera cumple los principios de un movimiento: “No tiene líderes, ni estructura, ni programa claro y, sin embargo…”
Sin embargo, está ahí. Y, para muchos, sólo con lo hecho hasta ahora (noche del 15 de junio), ha cambiado las cosas. El título del citado libro de Taibo es de por sí expresivo. En él afirma: “se abre un escenario nuevo, claramente mejor que el de antes de ayer”. ¿Por qué? Porque “su gigantesco montaje (el de nuestros gobernantes), que tan eficiente nos parecía, se ha desmoronado, siquiera sea sólo parcialmente, en unas pocas horas”. En la misma línea, Monedero asegura: “lo importante no es lo que va a ocurrir, sino que lo que ya ha ocurrido nos permite hacer cosas que antes no podíamos hacer”.
Esta visión optimista es compartida por el veterano periodista Pepe Ribas, fundador de la mítica revista Ajoblanco, emblema de la contracultura hasta los años 90. Ribas escribía, en una personalísima crónica para el suplemento cultural de La Vanguardia: “Nunca como hasta ahora he creído posible un cambio radical aquí y en todas partes”.
Incluso gentes cuyo tono es menos entusiasta, como el sociólogo Javier Elzo, aseguran que los indignados suponen “un aldabonazo a una sociedad dormida, resignada, individualista”. Aunque, a su modo de ver, “es un movimiento más de protesta que de construcción”, Elzo cree que el 15-M “no se va a quedar aquí”. Para él, su futuro dependerá de cómo sortee dos escollos: impedir que elementos violentos copen la movilización y fomentar una reflexión ciudadana que pueda realmente traducirse en propuestas políticas.
En este sentido, Ignacio Escolar, columnista del diario Público, señala un peligro: “No se pueden debatir un montón de propuestas como si fuese una lista de los reyes magos. Democracia Real Ya está siendo muy inteligente: hace peticiones transversales, que pueden ser compartidas por la derecha y por la izquierda: que no haya corruptos en las listas, que los votos valgan igual, que no gobiernen los mercados. Son mínimos son muy valiosos, porque generan un campo de juego para todos, a diferencia de otros planteamientos minoritarios”.

Un movimiento horizontal y heterogéneo
La heterogeneidad del movimiento, sus difusos contornos, su horizontalidad y su modos de hacer asamblearios suponen, vistos desde fuera, un problema a la hora de conseguir que la energía emocional y política que ha despertado se traduzca en logros concretos. Pero para sus miembros es una riqueza.
Carlos Pardo, librero y escritor, participó en la redacción del Manifiesto plural, uno de los primeros entre los muchos documentos que ha generado el 15-M, ha formado parte de la Comisión de Política a Largo Plazo de la Acampada de Sol  y ahora se ha integrado en la de Economía. “El método asambleario me chocaba. Después de unas semanas, me parece una pieza esencial del movimiento. Obliga a llegar a acuerdos y respetar a las minorías. A pensar con lentitud y a escuchar”. ¿La heterogeneidad, un problema? En absoluto: “Si no fuese un movimiento dispar, no aglutinaría tanta gente”.
Pardo, muy optimista, augura que el 15-M va a suponer un cambio esencial de mentalidad: “la gente está comenzando a recuperar el pensamiento crítico, a sentir que las decisiones políticas empiezan en ellos. Se está comenzando a reconstruir un tejido social que se había perdido y a recuperar el sentido de lo público”.
También Jon Aguirre Such, uno de los fundadores de Democracia Real Ya, cree que ha nacido una nueva conciencia. Confiesa que en muchos momentos se ha sentido “sobrepasado” por el éxito de la manifestación del 15-M y lo que ha venido después. Pero, constatada la repercusión de su llamada a demostrar la indignación que muchos sentían, se siente lleno de esperanza.
“Seguro que vamos a cambiar las cosas. No somos ingenuos y sabemos que esto no se consigue de un día para otro. Pero ya hemos hecho historia. Estamos rompiendo el viejo paradigma de izquierdas y derechas. Hemos conseguido que la gente salga a la calle, que piense, que recupere el espacio público como un espacio de ciudadanía. Esto ya es un éxito. Pero no nos conformamos. Nos esperan todavía muchos más”.

Pasar de la movilización a la propuesta
Para muchos, la clave de esos éxitos que la fe de Aguirre Such considera seguros radica en que el movimiento sepa pasar de la movilización a la propuesta. Arcadi Oliveres es un economista hace ya mucho tiempo comprometido con la lucha por un mundo más justo. Para él, el desafío principal del movimiento 15-M es saber hacer pedagogía política: “Acampar y protestar es sano, pero no es el objetivo final”.
Si el 15-M conseguirá dar el paso de la protesta a la propuesta es, para Oliveres, algo pronto para decirlo: “Hace tres semanas que comenzó todo y no podemos querer resolver un problema en semanas cuando llevamos años sin reaccionar ante lo que se nos ha venido encima”. Pero ve señales de que es posible: “El movimiento tiene toda una lista de peticiones concretas, muy acertadas y pertinentes. El desafío es que sepa articularlas y presentarlas de manera firme a los poderes públicos”.
Junto a ese reto, tanto Oliveres como otros señalan un desafío crucial: la internacionalización del movimiento. Ignacio Escolar apunta: “Los problemas que tenemos son globales y no se resuelven porque se les ataque localmente”. Él cree que, en este sentido, el 15-M va en el buen camino: “La movilización propuesta para el 15 de octubre ya se plantea a nivel europeo. Y el movimiento ha generado esperanza no sólo en España, sino más allá”. Es una idea que Jon Aguirre Such, de Democracia Real Ya, tiene muy presente: “Estamos generando una infraestructura de movilización internacional. La crisis es global y la respuesta tiene que ser global. La indignación no tiene fronteras”.
En el mismo sentido se manifiesta Josep Ramoneda, analista político y director del Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB). “El movimiento de indignación tiene que ser europeo, o no será”. Mirando más en concreto a nuestro país, Ramoneda, profundo conocedor de la izquierda tradicional y de los movimientos de izquierda alternativa, asegura que “nuestra democracia posfranquista vive un momento de impasse. No sabemos ni dónde estamos ni hacia dónde vamos. Es un momento de refundación en el que las propuestas similares a las del 15-M pueden resultar de utilidad para profundizar la democracia”.
Si el mismo movimiento contribuirá o no a ese giro es, para Ramoneda, algo difícil de asegurar en este momento. Lo que sí está claro es que para que ese giro se dé “es necesaria la presión de la opinión pública, y el movimiento 15-M es un vehículo de esa presión”.

Motivos para la indignación
Si las razones para la indignación estaban ahí desde hace mucho tiempo, ¿por qué la gente ha tomado las calles en el mes de mayo de 2011, no antes ni después? Para Ignacio Escolar, “Esto se intentó hacer varias veces antes. En este sentido, el 15-M es el triunfo de un montón de gente que lleva muchos años haciendo cosas y fracasando. Probablemente, el que haya funcionado ahora tiene que ver con que estábamos en campaña electoral”. A este dato, matiza el propio Escolar, habría que sumarle muchos otros factores:  el desencanto con la corrupción, los últimos datos de desempleo, la repercusión de libros como ¡Indignaos!, del francés Stepháne Hessel o su secuela española Reacciona, y la existencia de referentes externos como las movilizaciones ciudadanas en Islandia en contra del rescate de la banca con dinero público y del norte de África contra sus dictadores.
Arcadi Oliveres asegura que los motivos para la indignación estaban ahí “desde hace por lo menos dos años y medio”. Y señala, entre otros: precariedad, desahucios, incremento del paro juvenil. Josep Ramoneda coincide con él en todos ellos, aunque señala la importancia del ejemplo árabe. De hecho, ya antes del 15-M el analista político habló de la posibilidad de que las ciberrevoluciones árabes encontrasen su eco entre la juventud europea.
Javier Elzo señala que el caldo de cultivo de la indignación ha sido “la situación de cabreo generalizado ante la crisis, con un paro galopante, por un lado, y la sensación de un funcionamiento democrático (no de la democracia como tal) que se percibe como no representativo de las demandas de la sociedad”.
Por su parte, Carlos Taibo en Nada será como antes señala como razones del éxito del movimiento 15-M “la innegable habilidad de los organizadores de las manifestaciones del domingo 15 de mayo, el descontento general entre la población, el caos que se ha ido asentando en las universidades, ahondado por el plan Bolonia, las elecciones autonómicas y municipales, el eco simbólico de la revuelta árabe y el trabajo de años de los movimientos sociales críticos”. Todo ello, sumado a que “el hecho de que en su estadio inicial el movimiento hubiese superado todas las expectativas atrajo hacia él inmediatamente a muchas gentes”.
Más allá de estos análisis, los periódicos están llenos de declaraciones de los participantes en las movilizaciones en las que explican por qué se han sumado a ellas:
“Hay que cambiar. Los políticos que se arrodillan ante los financieros nos están dando patadas” (Chema Ruiz). “Tengo que estar aquí, porque lo que aquí está ocurriendo responde a mi idea de democracia” (Eva Botella) “El Estado de Derecho no es igual para todos. Quiero que se haga real para el ciudadano” (Matilde Cano). “Más allá de los partidos políticos, todos queremos una democracia mejor, en la que tengamos opinión de una forma más profunda que dar un voto cada cuatro años” (Alejandra).
Son sólo unos pocos ejemplos tomados casi al azar de dos reportajes en sendos suplementos dominicales. Las razones de Chema, Eva, Matilde o Alejandra parecen ser compartidas por muchos ciudadanos de nuestro país. Según una encuesta de Metroscopia publicada en El País el pasado 5 de junio, el 81% de los españoles piensan que los indignados “en general, tienen razón en las cosas por las que protestan”; el 80% de los españoles cree que el movimiento 15-M supone “un aviso sobre problemas reales que existen en nuestra sociedad”, y el 66% siente “más bien simpatía” por el movimiento.



7 de julio de 2011

¿Hacia el colapso?

Jared Diamond es un profesor universitario norteamericano y un divulgador científico hasta cierto punto inclasificable. Geógrafo de profesión,  es autor, entre otras cosas, de los libros El tercer chimpacé, ¿Por qué es divertido el sexo? y Armas, gérmenes y acero. No había oído hablar de él hasta que hace una semana lo mencionó en una conversación sobre un futuro viaje a México mi amigo Jordi Doce. Jordi me habló con encendido entusiasmo de otro de sus libros, Colapso, un texto que, tal como explica su subtítulo, bucea en las razones por las que unas sociedades perduran y otras desaparecen.
Soy de natural impulsivo con los libros, así que me lo compré (total, son poco más de ocho pavos en su edición de bolsillo y vivimos en una sociedad de consumo, ¿no?). Desde el momento en que salí de la tienda, pese a tratarse de un volumen teórico, a medio camino entre la antropología, la sociología, la ecología, la geografía y la historia, estoy enganchado a él. Diamond escribe con una prosa elegante, fluida. Es claro y didáctico, aporta datos y no se va por las ramas. Despacha material científico de alto contenido proteínico con el mismo ritmo con que Salgari te contaba las hazañas de Sandokán.
En fin, no quiero hacer un panegírigo, aunque bien lo merece, de Diamond y su Colapso. Pero sí traer aquí una reflexión que me provocó la lectura ayer de un fragmento del capítulo que Diamond dedica a la extinción de la civilización de la isla de Pascua.
Justo después de que los polinesios que habitaban esta isla alcanzaran el apogeo de sus realizaciones y cuando estaban produciendo los moais (estatuas) más grandes y bellas en honor de sus jefes divinizados, comenzó un declive atroz que produjo un un descenso enorme de la población y, ya que no su extinción, sí el fin de su sociedad tal como estaba organizada hasta ese momento. Se abandonó la religión tradicional y se adoptó una nueva (no el cristianismo: el colapso se produjo sin intervención de los colonizadores europeos); la integración regional de los clanes dio paso a un estado de guerra civil continuada y se comenzó a practicar el canibalismo. La causa de todo ello: el desarrollo de la sociedad había causado la esquilmación de los recursos naturales de la isla.
Voy a lo que voy, aunque llego despacio y con rodeos. Pero muchas veces los rodeos son lo más rico. Cito textualmente a Diamond:

"Los jefes y sacerdotes de Pascua habían justificado anteriormente la posición social de la élite que conformaban afirmando el vínculo que mantenían con los dioses, gracias al cual prometían traer prosperidad y cosechas abundantes... Como sus promesas se revelaban cada vez más huecas, el poder de los jefes y los sacerdotes quedó derrocado alrededor de 1680 por líderes militares denominado matatoa, y aquella sociedad anteriormente integrada de forma muy compleja se sumió en una guerra civil endémica".

Inmediatamente, surgió en mí la comparación con nuestra sociedad actual y el momento que vivimos de desmantelación del Estado del Bienestar y retroceso de los derechos y conquistas sociales y laborales. Quiero creer que no caeremos por el mismo precipicio que los polinesios de Pascua, pero no puedo dejar de ver un paralelismo entre el fin de una organización social y la crisis de otra.
Si nuestros actuales dirigentes no pueden garantizarnos una cierta prosperidad y nos vemos condenados a la precariedad, el desempleo y la exclusión social, ¿no llegará un momento en que aborreceremos de ellos y, si nos apuran, del sistema que sirve de marco a su mandato? En Pascua, los líderes cívico-religiosos fueron sustituidos por líderes militares. Eso ya lo vivimos en Europa hace 80 años. Se llama debilitamiento de la democracia, y llevó al totalitarismo fascista y estalinista.
Hace pocos días un conocido periodista, me decía que no cree que la cuesta abajo del Estado del Bienestar nos lleve tan abajo, que la vacuna contra el fascismo ya la tenemos puesta. No las tengo todas conmigo. De momento, parece que nos hemos saltado un estadio de degeneración y lo que seguro que está ya entre nosotros es el canibalismo. Aunque de momento sea tan sólo un canibalismo moral, les aseguro que a los humillados y ofendidos por el sistema les duele casi tanto perder una casa, sentirse condenados a cobrar 800 € para toda la vida o ver que a sus hijos les espera una vida más difícil que la suya como que les asen una pierna.

¡Uf! Sin duda, mi prosa no es la de Diamond. Para desentumecer las mentes, un clásico. Como Dylan, todos sabemos que los tiempos están cambiando. Lo que nadie (ni siquiera él, seguramente) sabemos es si para bien o para mal. Por si acaso, "tengan cuidado ahí fuera".