Blanco de cal mediterráneo. De repente, la explosión de color de una puerta de vivos colores o del detalle de una cenefa de cerámica. La lluvia se une al sentimiento luso de la decadencia en esta antigua plaza colonial. Una tarde leve, fuera del tiempo y del espacio. Tan cerca y tan lejos, Marruecos. Tan diferentes en la raza y en la historia y sin embargo tan vecinos y, en el fondo, tan hermanos. Familias juntas pasean comiendo pipas, lujo de los sin lujo. Alegría de los pueblos sin futuro y pena de los días de pan escaso. Los móviles no reciben llamadas y en el aire flota la añoranza de algo que no vino, que no viene. Un cementerio al pie de la muralla, entre las rocas y la playa. Una sensación de paz. Un hotelucho pobre pero honrado fuera de la ciudadela, de color azul. Hace años.
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