18 de abril de 2011

Regalos - Albert Camus

Albert Camus acaba de morir. Al menos, acaba de hacerlo en el excelente libro de Berta Vias Mahou Venían a buscarlo a él. Un título del que no había tenido noticia (cosa nada rara, la verdad, pero siempre queda muy bien decir esta frase, como si uno tuviera noticia de todo lo que se publica) y con el que mi hermana me sorprendió el  día de mi cumpleaños.
Vias cuenta en esta novela, de la colección de narrativa de El Acantilado, un supuesto complot para acabar con la vida de Camus, que murió en accidente de tráfico en 1960. Esta supuesta conjura en realidad es una escusa para trazar un retrato del Premio Nobel francés durante el último año de su vida. Un retrato que tiene mucho de homenaje, pero que no elude las contradicciones de un hombre, como diría Nietzsche "humano, demasiado humano".
El retrato de un intelectual comprometido al que su negativa a dejar de pensar para aceptar los normas de las corrientes de pensamiento le ha situado en una soledad tan lúcida y aceptada como dolorosa. Un hombre apuesto al que su incapacidad para la monogamia le ha colocado en una situación difícil ante su familia, llevándole de nuevo a la soledad. Un francés nacido en Argelia que contempla como sus dos países se desangran en una guerra cruel, devastadora, inhumana. Una guerra que machaca por igual a víctimas y verdugos, pues víctimas y verdugos intercambian sus papeles con regularidad y terminan igualmente de destrozados moralmente.


El regalo de mi hermana me sirve para volver al regalo que supone Albert Camus. Un hombre que intentó ser justo, pese a ser consciente de que es casi imposible serlo. Un hombre que profundizó como nadie en el sentido de la rebelión -decir no para decir sí. Un hombre desgarrado por la vida, intenso vitalista y por ello constante sufridor. Un hombre que escribía filosofía como si escribiese poesía y que escribía novelas como quien escribe tratados filosóficos. Un hombre al que deberíamos recordar más a menudo como imprescindible.
Revivir a Albert Camus es imposible. Pero sí que es posible recuperar gran parte de su vida, que giró en torno al eje de las palabras. Esas palabras que a veces no le salían de tanto dolor que acarreaba. Esas palabras con las que buscaba la verdad en medio del absurdo. Esas palabras a las que nunca manchó el odio en una época de odios intensos.
Permitidme recordar algunas de ellas, tomadas prácticamente al azar de algunos de sus libros:

"Nunca he dicho que yo sea justo. Únicamente he dicho que había que tratar de serlo, y también que eso era una pena y una desdicha... Aunque haya caminado mucho... no he avanzado tanto" (El revés y el derecho)

"Aquí, todo me deja intacto, no abandono nada de mí mismo, no me cubro con ninguna máscara" (Nupcias)

"No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio. Juzgar si la vida vale o no vale la pena vivirla es responder a la pregunta fundamental de la filosofía" (El mito de Sísifo)

"Estar frente al mundo con la mayor frecuencia posible... Sentir la propia vida, su rebelión, su libertad, y lo más posible, es vivir lo más posible....Obedecer a la llama es a la vez lo más fácil y lo más difícil" (El mito de Sísifo)

"Si las cosas no se consiguen, es porque nunca se las persigue hasta el fin" (Calígula)

"Los hombres mueren y no son felices... Es una verdad a la que nos acomodamos muy bien. Mira a tu alrededor. Eso no les impide almorzar". (Calígula)

En fin, no se trata de cansaros (cosa que seguramente he conseguido). Simplemente, quería hacer que mis regalos fuesen también un poco vuestros.

Como colofón existencialista, otra gran atormentada: Edith Piaf, que no se arrepiente de nada.

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