16 de abril de 2011

Trasnochar

Una vez más, trasnocho demasiado. La culpa no es de las copas, sino de dos excelentes series que me tienen enganchando. He terminado de ver The Pacific, la miniserie producida por Tom Hanks y Steven Spielberg que narra, a partir de las vivencias muy personales de un grupo de marines, la Segunda Guerra Mundial en el Pacífico. La lucha de los Estados Unidos contra el Imperio Japonés. Sin solución de continuidad, empiezo Band of Brothers, su predecesora. Otra miniserie sobre soldados en la Segunda Guerra Mundial. Esta vez, paracaidistas. Esta vez, en suelo europeo.
Se conoce que me anega algún tipo de ardor guerrero, porque mi lectura de cabecera estos días es un bellísimo libro del historiador sueco Peter Englund: La belleza y el dolor de la batalla. En él cuenta, con maestría, a través de 227 fragmentos tomados de diarios y cartas de 20 personas que vivieron la Primera Guerra Mundial cómo fue la trastienda, la intrahistoria de este conflicto que cambió nuestra civilización y puso fin al sueño del eterno progreso y la modernidad, sumiéndonos en un pesimismo existencial del que nunca hemos terminado de recuperarnos.
Han sido días de regalos, celebraciones y reencuentros. Hoy, celebración y reencuentro convergen en el libro que tengo entre las manos: La osamenta, de Alberto Chessa. Soy un pésimo lector de poesía, pero éste es el libro de un amigo y me animo a leer sus versos en el metro antes de sumergirme en la vorágine de los combates de la Segunda Guerra Mundial. Rescato para vosotros algunos de los que me han parecido más bellos:

Lo que al fin le dio la vida
Se lo arrebató la muerte.
Vivo anduvo entre la muerte
Y muerto fue por la vida.

De ahora en adelante
Asistiré a mis crímenes como el nacido a un parto.

Basta de recordar lo no vivido

Ayer me hizo otra amiga un gran regalo. Silvia Venegas estrenó su documental Los hijos de Mamá Wata, un emocionado retrato sobre una pequeña población de pescadores en Sierra Leona: Goderich. Se encontraron con él cuando fueron a este país a hacer otro documental, sobre el doloroso proceso de reconstrucción y reconciliación de un país asolado por una cruenta guerra civil motivada por la sed de diamantes. Llegados allí, se encontraron con que los pescadores de Goderich les decían cosas más importantes que los ministros y representantes de las organizaciones internacionales destacadas en el país. Bravo por el coraje de Silvia y de su pareja, Juan Antonio, dos jóvenes y sobradamente preparados periodistas.

Para cerrar esta prolija entrada, un poquito de relajante música proveniente de Sierra Leona, en donde hay mucho más que mutilados de guerra y miserias. El gran Seydu.

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