9 de mayo de 2011

Miradas

Hace un rato acabo de cerrar la inscripción en el concurso Ojo de pez, organizado por la revista homónima del complejo cultural-industrial de La Fábrica. Se trata de un concurso centrado en el tema de fotografía documental social. Comparto con vosotros las fotos enviadas (algunas ya las habréis visto en este blog, aunque sin el tratamiento de blanco y negro) y el texto justificativo de la selección:

Hace poco alguien me hizo una interesante reflexión: la primera vez que, hace miles de años, un ser humano vio su rostro fue, bien en un reflejo de un cauce de agua, bien en la pupila de otro ser humano. No soy un experto en evolución humana. Quizá sea por eso que esta segunda opción me parece tan improbable como sugerente. Les explicaré por qué.
Hace casi 20 años que salí por primera vez de España, con destino a Brasil. Desde entonces, he aprendido mucho de mí mismo en mis viajes. Decir he aprendido mucho de mí mismo vale tanto como decir que he aprendido mucho de la vida, pues creo que vida y persona se comprenden de forma inseparable. Al final, la vida va de descubrir quién es uno mismo y por qué cree que vale la pena estar y seguir aquí. Y descubrir eso es descubrir qué es la vida y por qué merece la pena vivirla.
En ese doble camino, los demás son pieza imprescindible. Nos encontramos con ellos, les esquivamos o entramos en comunión, aprendemos o desaprendemos con ellos y por ellos. Su mirada nos ayuda a descubrir quiénes somos y nuestras miradas les ayudan a descubrir quiénes son. No es una ayuda directa. Es una ayuda hecha, fundamentalmente, de interrogaciones y sobreentendidos. La mirada de la gente nos pregunta quién nos hemos creído que somos o qué pretendemos. Nos revela en un gesto de admiración que hemos hecho algo de valor o condena nuestra actitud cuando herimos y defraudamos. Muestra curiosidad o desprecio, odio o amor y, en ocasiones, una confusa mezcla de todo ello.
Esta colección de fotos muestra las miradas de personas que en Brasil, India, Chad, Marruecos, Burkina Faso o Argentina me enseñaron a mirarme con sus miradas. A veces, con miradas ni tan siquiera dirigidas a mí. La mirada de una pareja de tango en Buenos Aires me hace preguntarme por el sentido de la pasión y el juego. La de un jefe mossi cerca de Koudougou, en Burkina Faso, me habla del peso de la tradición. La de un campesino sin tierra en una manifestación en Salvador de Bahía hace que me interrogue sobre si vale la pena rebelarse contra la injusticia.
Podría seguir hablando de mis fotos, pero prefiero que las miradas que encierran les despierten a ustedes sus propios sentimientos, reflexiones o enseñanzas. El valor de estas fotos son las miradas de la gente. Lo que nos dicen de ellos y lo que nos preguntan sobre nosotros. Espero que, como a mí, estas miradas les interpelen.





















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