24 de agosto de 2011

No han entendido nada

Ayer, el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, consumó su suicidio político en el Congreso de los Diputados al proponer inscribir con letras de oro en la Constitución un límite al déficit público de la Administración. Su suicidio causa, como suele ser habitual en cierto tipo de suicidas exhibicionistas, varios daños colaterales, ya que se llevó por delante las muy escasas posibilidades de que el PSOE no coseche una derrota escandalosa en las próximas elecciones generales y entregó en bandeja al PP la cabeza de Alfredo Pérez Rubalcaba.
A Rubalcaba el traje de indignado outsider en el que estaba intentado embutirse no le quedaba nada bien. Poca credibilidad tenía el ex vicepresidente del Gobierno para reclamar un giro social cuando hace poco más de un mes que abandonó un Ejecutivo que ha dado pasos monumentales (puede que bien a su pesar, pero los ha dado) hacia el desmantelamiento del Estado del Bienestar en este país. Ahora, con la oferta de reforma constitucional que ha hecho Zapatero al PP y con sus declaraciones (a regañadientes, es cierto, pero declaraciones al fin y al cabo) apoyando la medida, no tiene ninguna.
Sesudos analistas han declarado ya que la inclusión en la Constitución de un techo de déficit supone el fin del Estado del Bienestar. No lo sé a ciencia cierta, no soy economista, pero me temo que así sea. En cualquier caso, desde el punto de vista de un ciudadano de a pie que ejerce el periodismo es una muy mala señal. Es un signo de que nuestra clase política no ha entendido nada. Especialmente decepcionante resulta en el caso de un partido que se proclama de izquierdas, claro. La derecha no hace más que jugar su papel.
¿Por qué digo que no han entendido nada? Por que lo que muchos reclamamos desde mayo (y desde antes), en las calles o en los foros de expresión a nuestro alcance es otra cosa. Un Gobierno para los ciudadanos y con los ciudadanos. Una apertura de las vías de participación política para que los ciudadanos podamos sentir la política como algo propio, y no como un yugo impuesto, como un impuesto revolucionario. Una política que sepa plantar cara a los llamados mercados y al molino satánico que nos devora con los dientes de la precariedad laboral y la economía especulativa.
La propuesta de Zapatero, acogida con alborozo mal disimulado por el PP, va justo en la línea contraria. Un Gobierno agonizante propone algo tan importante como una reforma de la Constitución desde un lecho de muerte en el que goza de una legitimidad nula. La propone a finales de un mes de agosto más confuso de lo normal y lleno de espejismos más allá de lo habitual. Y, para rematar la faena, lo hace dando por descartada la posibilidad de someter la cuestión a referéndum, pese a su vital importancia.
Un Gobierno al que le quedase un mínimo de decencia habría propuesto someter esta reforma de la Constitución -si tan vital es, que no lo creo- a referéndum coincidiendo con las próximas elecciones. No han tenido ni siquiera esa delicadeza. No han entendido nada.
En fin, espero que REM les aporte algo de consuelo con esta sensible cancioncilla.

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