30 de agosto de 2011

Juan López de Uralde, un ecopolítico con capacidad de encaje

Una de las pocas buenas noticias del verano, aparte del derrumbamiento definitivo del régimen de Gadafi en Libia, ha sido la leve condena -prácticamente, una absolución- del ex director general de Greenpeace España, Juan López de Uralde, por los delitos que se le imputaban en Dinamarca a raíz de su irrupción junto a otros dos activistas en la cena de gala de la Cumbre del Clima de Copenhague en 2009. Uralde es ahora presidente de la Fundación Equo, que ya ha anunciado que se presentará a las inminentes elecciones de noviembre, pese a los muchos problemas que le pone la actual normativa electoral (insisto, no han entendido nada).
Equo me parece una opción de voto bastante razonable, dado el actual panorama político. Por lo que se desprenden de las palabras de Uralde, la formación aspira a reunir a esa izquierda descontenta que se desenganchó del PSOE hace ya mucho tiempo y que se desilusionó con la deriva autodestructiva y purguista de IU. Ojalá consiga reunir a toda esa gente en una casa común.
En cualquier caso, tuve la suerte de entrevistar a Uralde para la revista 21 hace un par de meses. Os dejo con mis preguntas y sus respuestas.

Juan López de Uralde, ecologista
“Si rompemos todos los huevos, nos quedaremos sin gallinas”

Juan López de Uralde es un tipo afable, sensato y equilibrado. Lo demostró en su etapa como director general de Greenpeace España. Aunque llegaba al puesto avalado por una larga trayectoria en el movimiento ecologista (era director de la campaña de residuos tóxicos en Greenpeace International), su aterrizaje no fue fácil. Sustituyó al fundador de la ONG en España, Xabier Pastor, que se fue dejando una organización dividida. En 10 años de mandato, logró unirla y hacerla crecer. Aunque ronda los 50, sigue hablando como un joven idealista. Dio su gran salto a la fama al irrumpir en la cena de gala de la Cumbre del Clima de Copenhague y ser detenido por la policía danesa. Ahora, aspira ahora a conseguir en lo político la misma unidad que consiguió en lo social que consiguió dentro del movimiento ecologista. Para ello ha creado la Fundación Equo. Es rápido. Contesta de forma directa, clara y concisa a unas preguntas que, cuando se repasan, están más cargadas de ironía que lo habitual en esta sección (a veces pasa, sin que sepa uno muy bien por qué). Pese a que él lo niega, los que le conocen dicen que tiene carisma. Lo que no se le puede negar es sentido del humor y capacidad de encajar los golpes (dialécticos, por supuesto) de los periodistas.

-¿Se da cuenta de que ustedes los ecologistas son unos agoreros? Que si se calienta el planeta, que si se mueren las ballenas… ¿No se siente un poco Nostradamus?
-(Risas) Desgraciadamente, los ecologistas solemos tener más razón de la que nos gustaría. A las pruebas me remito: ahí tenemos el desastre nuclear de Japón. Si nos hubieran hecho más caso cuando avisábamos de los riesgos de la energía nuclear, esto no hubiera pasado.

-Un amigo mío dice que para hacer una tortilla hay que romper los huevos, que las cosas del planeta están para usarlas y que no entiende su postura del no, no y no.
-Estoy totalmente de acuerdo. Las cosas del planeta están para usarlas, pero hay que hacerlo con sentido común y pensando en la sostenibilidad de los usos. De otra manera, corremos el riesgo de romper todos los huevos y quedarnos sin gallina y sin tortillas.

-¿Ha discutido sus ideas sobre el cambio climático con el primo de Rajoy? A lo mejor le hacía cambiar de postura.
-Pues he discutido del tema con tanta gente que posiblemente lo haya hecho también con él. El caso es que, a estas alturas, creo que lo que está en discusión no es si el cambio climático existe o no. Lo que hay que discutir es qué hacemos para que no vaya a más y para paliar los efectos que está teniendo.

-Al Gore habla del apocalipsis por el calentamiento global y luego tiene un jet privado. No me cuadra.
-Ni me gusta el apocalipsis ni tengo un jet privado. Me parece una incoherencia importante. Y, aunque todos tenemos nuestras incoherencias, hay que tender hacia la coherencia.

-Se hizo especialmente famoso a raíz de su irrupción en la cena de gala de la Cumbre del Clima de Copenhague. A más de uno se le indigestó aquel banquete.
-No era nuestra intención causarle una indigestión a nadie. Lo único que queríamos conseguir era que se escuchase lo que la sociedad civil tenía que decir y, como no nos había invitado a la cena, no tuvimos otro remedio que colarnos.

-Podía haber esperado al final de la cena para sacar la pancarta. Seguro que el menú era de postín.
-Pues nos hubiéramos esperado y hubiéramos planteado nuestras reivindicaciones de otra forma, sí. Pero ya le digo que nos invitaron.

-Su pancarta decía: “Los políticos hablan, los líderes actúan”. Según eso, nos faltan líderes y nos sobran políticos.
-Lo que nos faltan son políticos que actúen y que escuchen las demandas de la sociedad civil.

-¿Por qué le trató tan duro la policía danesa? ¿Les faltó al respeto de alguna forma?
-Nosotros fuimos absolutamente respetuosos en todo momento. El problema es que pusimos en evidencia las carencias del dispositivo de seguridad. Eso hirió el orgullo de la policía y del Gobierno danés.

-Lo de no dejarle volver a casa por Navidad fue un poco heavy. Imagino que dejarían, al menos, que su familia le enviase el besugo con un mensajero.
-Pues no. Estuvimos sometidos a un régimen de aislamiento e incomunicación que no nos permitió ningún contacto con el exterior hasta que nos liberaron. De casa nos enviaron libros y, lógicamente, algo de turrón. Pero no nos lo dieron. Ni siquiera nos transmitieron los mensajes de apoyo que recibíamos. Yo no pude ni hablar con mi familia.

-Les trataron como a terroristas.
-Nos aplicaron una legislación muy dura, sí. Totalmente desproporcionada. Nuestra protesta fue espectacular, pero no tenía intención de causar daño a nadie y fue en todo momento pacífica.

-Ahora piden casi 10 años de prisión para usted. No tienen sentido del humor estos nórdicos.
-No son 10, sino tres. En cualquier caso, está claro que el Gobierno danés continúa buscando culpables del fracaso de la cumbre de Copenhague. Pero se equivoca al buscarlos entre los activistas que pedíamos una acción más decidida contra el cambio climático. Los culpables habría que buscarlos entre los mandatarios que estaban sentados en el banquete.

-Van a lanzar ustedes un partido político verde. Son unos optimistas, porque con lo que España tiene de secarral.
-Bueno, hay una España verde maravillosa en el norte del país. Por otro lado, el verde es el color de la ecología política. Pero nosotros nos llamamos Equo, no llevamos lo de verde en el nombre. Y, además de los ideales ecologistas, aspiramos a representar también los ideales de la lucha por una mayor equidad social y por los derechos humanos.

-Le iba a preguntar por eso, por el nombre de Equo. Me suena como al nombre de una nueva compañía de telefonía móvil, o de una constructora con aire de modernita.
-La nuestra es una propuesta innovadora. Y quiere serlo también en el nombre. Podríamos habernos llamado Partido Ecologista Democrático y por la Igualdad, por ejemplo, pero sería un nombre mucho más aburrido.

-Los partidos verdes en nuestro país siempre han andado a la greña. Usted piensa que puede acabar con eso. ¿Tan convencido está de su magnetismo personal?
-(Risas) No estoy en absoluto convencido de ese magnetismo personal. Pero sí que creo que merece la pena trabajar con el objetivo de integrar al movimiento ecologista en una opción política. Para ello, creo que se consigue más a fuerza de trabajo que de magnetismos personales.

-Uno de sus valedores es Cohn-Bedit, revolucionario del 68 y autor de La revolución y nosotros, que la quisimos tanto. ¿Y usted, como se lleva con la revolución?
-Actualmente, vivimos otro paradigma. Nosotros optamos por un cambio pacífico, y la palabra revolución siempre va unida a una idea de violencia. No somos revolucionarios, sino transformadores. Queremos impulsar una transformación social pacífica.

-Además de todo eso, acaba de publicar un libro que se llama El planeta de los estúpidos. Propuestas para salir del estercolero. Es usted un radical.
-No. Creo que el título describe muy bien cuál está siendo el comportamiento de nuestra especie sobre el ecosistema. Hay especies que saben vivir en equilibrio con el medio. Pero nuestra forma de vida es cada vez más desequilibrada y deja menos para las generaciones futuras. Esto es tener un comportamiento estúpido como especie, pues hacemos nuestra supervivencia como tal más difícil.

-En ese libro reflexiona sobre qué impulsa a un activista. ¿Nos puede hacer un resumen?
-Fundamentalmente, la convicción de que estamos destruyendo el planeta y la seguridad de que podemos hacer algo para cambiarlo. Como individuos y, sobre todo, de forma colectiva, agrupándonos.

-Joshka Fisher, verde y pacifista, era ministro de Exteriores cuando el ejército alemán bombardeó Serbia. ¿Se ha vacunado contra este tipo de contradicciones antes de meterse en política?
-En el siglo XXI tenemos que repensar el pacifismo. Tenemos un ejemplo bien claro con lo que está sucediendo en Libia. Y no podemos olvidar la impotencia con la que vivimos el genocidio de Ruanda, en el que la comunidad internacional no intervino. Cada vez somos más las personas que pensamos que la defensa de los seres humanos puede requerir en ocasiones decisiones que no son fáciles de tomar.

Para rematar la faena, nada mejor que una copla copla de toda la vida.


No hay comentarios: