17 de octubre de 2011

Lecturas - Sobre la muerte

No, no me malinterpretéis. No estoy deprimido, ni pasando un mal momento. Más bien al contrario. Ocurre simplemente que, leyendo un libro que se titula Tumbas de poetas y pensadores, de Cees Nooteboom, al que ya he hecho referencia en este blog, no es nada complicado que te asalten reflexiones sobre la muerte. Me encontré con un par de ellas muy brillantes las últimas noches. Pero, antes, me gustaría, a modo de introducción, justificar ocupar una parte del cyberespacio con material sobre un tema que, de entrada, nos resulta tan rechazable. Es una cita de El laberinto de la soledad, el genial y ultrarreconocido ensayo de Octavio Paz sobre el carácter mexicano:

"El miedo nos hace volver el rostro, darle la espalda a la muerte. Y al negarnos a contemplarla, nos cerramos fatalmente a la vida, que es una totalidad que la lleva en sí... Muerte y vida son contrarios que se complementan... El hombre puede trascender la oposición temporal que las escinde -y que no reside en ellas, sino en su conciencia- y percibirlas como una unidad superior... Debe abrirse a la muerte si quiere abrirse a la vida".

El libro de Nooteboom no trata sobre el carácter mexicano, pero sí sobre la muerte y sobre la poesía y la literatura como una esperanza de escapar al fin definitivo. Lo hace sin grandes teorías. Lo hace rememorando peregrinaciones sentimentales a las tumbas de poetas y pensadores que, de una u otra forma, le han fascinado. Poetas, pensadores, literatos en general, hijos de literatos. A veces, Nooteboom comparte con nosotros sus impresiones. A veces, se limita a citar textos de los exquisitos cadáveres a cuyos túmulos peregrina (o cuyos túmulos le salen al paso por azar, en ocasiones mientras busca otros túmulos famosos).

El libro cita a un Chateaubriand ya anciano, recordando. Es probablemente el Chateaubriand que está escribiendo sus Memorias de Ultratumba (la cita es indirecta) el que asegura:

"Para mí nada desciende a la tumba; todo lo que he conocido vive en torno a mí: según la doctrina india, la muerte, al tocarnos, no nos destruye, sólo nos hace invisibles".

Ante la tumba de T. S. Eliot, Nooteboom recuerda su poema East Coker:

"En mi principio está mi fin... / ...Vuélvese / más extraño el mundo a medida que envejecemos, / más complicada la trama de muertos y vivos. / ...Debemos quedarnos quietos / y movernos hacia otra intensidad / para lograr mayor unión, una comunión / más profunda en la fría desolación oscura, / entre los gritos del viento y la ola, / ...En mi fin está mi principio".

Wilhelm von Humbolt es citado más tarde. Son palabras tomadas de una carta dirigida al dramaturgo Friedrich Schiller tras la muerte de su pequeño hijo de nueve años:

"Esta muerte me ha quitado toda la certidumbre de la vida. Ya no confío en mi suerte, en el destino, en la fuerza de las cosas. Si esta vida ágil, florenciente, llena de energía, pudo perecer tan de repente, ¡qué es seguro?... Cuando a uno se le muere un ser al que amaba tiene una sensación completamente distinta. Uno cree pertenecer a dos mundos".

Por último, unas palabras de Eugène Ionesco:

"No sé muy bien si sueño, o si recuerdo, si viví mi vida o si la soñé. El recuerdo, igual que el sueño, me hace sentir profundamente la irrealidad, la evanescencia del mundo, imagen fugitiva en el agua movediza, humo coloreado. ¿Cómo todo lo que resiste entre firmes contornos puede apagarse? La realidad es infinitamente frágil, precaria, todo lo que viví duramente se hace triste y suave. Quiero retener todo lo que nada puede retener. Los fantasmas. Soy un muñeco de nieve a punto de fundirse. Resbalo, no puedo retenerme, me separo de mí mismo. Estoy cada vez más lejos, soy una silueta y, luego, un punto negro.
"El mundo va a helarse. Una insensibilidad polar ha empezado ya a extenderse sobre nosotros. Y luego va a hacer un gran sol que hará fundirse esos bloques de hielo, y luego habrá un vapor, la bruma misma se desvancerá en la luz azul. No quedará ninguna huella".

¿Negros pensamientos? No tanto. De cualquier manera, es mejor rogar -y trabajar- por conservarnos siempre jóvenes, incluso después de muertos. 

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