5 de mayo de 2011

Postal desde Argentina - Contradicciones


"Que el mundo fue y será una porquería ya lo sé", dice el tango de Discépolo (y citar un tango para hablar de una foto tomada en Argentina sí que no es una casualidad). A estas alturas de la película, pocos pueden ignorarlo. Bien es verdad que hay distintas posiciones posibles desde las que observar este hecho. Bien lo decía Clint Eastwood: "El mundo se divide en dos categorías: los que tienen el  revólver cargado y los que cavan". Tomando en cuenta el hecho de que el mundo es una porquería, están los que tienen la pistola cargada, lo saben desde el principio y sacan provecho de la porquería. Luego, estamos los que cavamos en la porquería para entregarle la perlas a los que tienen el revólver cargado.
En fin, que tiendo a la digresión (yo estaba hablando de una foto). La foto que ven fue tomada hace algunos años en El Chaltén, un pueblito de la Patagonia argentina al pie de las montañas (pero no de los Apeninos, sino de los Andes). El Chaltén, ubicado en mitad de la bella nada natural del Parque Natural de los Glaciares, fue fundado en los años 80 para afirmar la pertenencia de su territorio a la nación argentina frente a la chilena. Una historia un poco de Far West.
El pueblo es también un poco de Far West, aunque en lugar de indios y vaqueros, la fauna humana que se encuentra allí es la de montañeros de todo el mundo con o sin experiencia y porteños hartos de las ínfulas de grandeza de Buenos Aires y su gente en busca de iluminación personal. Evidentemente, nadie es de allí y todos los que allí se juntan lo hacen convocados por la cercanía y apabullante belleza del Cerro Torre y el Fitzroy, dos de los picos más desafiantes y hermosos de las montañas de América Latina. Entre excursión y excursión, montañeros poco experimentados, guías porteños, camareras neozelandesas y jóvenes lonelyplaneteros se juntan en bellos cafés de aire inglés a beber te y comer alfajores y en ruidosos salones de albergues juveniles a comer carne y pizza. Confieso que yo fui uno de ellos y no estoy arrepentido de tan dulce culpa, por supuesto.
De nuevo digresiono (o disgrego, o dilexio, no lo sé, es un poco tarde y debería estar durmiendo), pero voy llegando a la foto. Para mí, es una foto que habla de soledad y de espacios abiertos. Y también de contradicciones. ¿A quién se le ocurre bautizar nada menos que con el nombre del libertador de Argentina a una presunta avenida que en realidad es una calle vacía en la que, eso sí, toda la tierra ha sido parcelada? ¿A quién se le ocurre parcelar una tierra si no está ocupada? No quiero ser obvio, ni seguir escribiendo a tan altas horas del insomnio. Vivimos tiempos fieros, sin duda. Fieros y poco humanos.
En fin, volvamos a la sensatez de la música. "De Enrique Santos Discépolo, un tango que lleva por título Cambalache".

1 comentario:

Melusina dijo...

Las contradicciones nos definen. Lo de Borges es aplicable a todo el territorio argentino: no nos une el amor, si no el espanto, será por eso que la quiero tanto. Besos contraculturales.

la melusa