2 de diciembre de 2011

Hay un hombre en los medios que lo hace todo - Entrevista con Ignacio Escolar

Bromas aparte, la estrella de Ignacio Escolar no ha dejado de subir en los últimos años. De forma muy merecida, desde mi punto de vista. Tuve la suerte de entrevistarle el pasado verano. El resultado apareció en la revista 21 el pasado mes de noviembre. Un mes intenso de trabajo no me ha permitido hacerle mucho caso a este blog. Ahora que lo retomo (al parecer, con fuerzas). Las fotos no tienen nada que ver con la entrevista. Son fotos de las antiguas minas de Almadén. Un aviso de posibles y espero que evitables desastres. Las palabras de Escolar también aspiran a ser una vacuna contra ellos.


Ignacio Escolar (Burgos, 1975) es un tipo muy activo. Basta con asomarse a su blog escolar.net para comprobarlo. Fue el primer director del diario Público con apenas 32 añitos y es uno de sus columnistas estrella. Su opinión, escorada más bien hacia la izquierda, es muy respetada, especialmente entre los lectores más jóvenes, que buscan una voz distinta de la de los viejos popes del periodismo.
Escolar es también un innovador. Su negativa a publicar anuncios de prostitución en el diario fue una decisión arriesgada que le hizo perder dinero al diario y ganar prestigio. También ha sido pionero en el uso de las posibilidades que lo digital abren al periodismo. Por otra parte, no es de los columnistas que se dedican puramente a impartir doctrina. Habla siempre con datos en la mano. En persona, esa capacidad para el dato y la argumentación se ve multiplicada. La lectura de su ensayo La generación estafada, incluido en el libro Reacciona junto a artículos de Sampedro, Mayor Zaragoza o Garzón, entre otros, aporta una buena dosis de datos para entender la crisis y la sensación de caos que nos ahoga económica y moralmente.



-Después de casi cuatro años de crisis, de llamamientos a la indignación, de la indignación al fin en marcha y de las últimas elecciones, ¿cuál es su estado de ánimo?
-Soy optimista. Lo más importante de lo que ha pasado en España no que la gente haya tomado las plazas, sino que se ha dado cuenta de que puede tomarlas. Ha sido una inyección de autoestima. Es la primera vez en mucho tiempo que un movimiento sin una importante organización política o sindical detrás es capaz de concentrar a miles de personas en torno a una protesta común. Y creo que las manifestaciones de después del verano van a ser todavía más masivas.

-El Roto publicaba hace poco una viñeta que rezaba “Oscurece, luego amanecerá”. No sé si se apunta a la idea.
-Puede ser. Políticamente, vamos a un monocultivo del Partido Popular, que va a tener la mayor concentración de poder de un partido político desde la Transición. A partir de ahí, puede pasar cualquier cosa. Aunque los partidos de izquierda están muy débiles, el hecho de que haya tanto movimiento ciudadano me da esperanza.

-Tiene más confianza en los movimientos ciudadanos que en los partidos políticos.
-Ahora mismo, sí. Sigo creyendo en los partidos políticos, pero creo que los partidos políticos se mueven si la sociedad les menea. Y creo que los movimientos ciudadanos van a ayudar a organizar alternativas políticas, no sé si sobre las siglas que están ahora o sobre otras nuevas.

-¿Cree que es posible que se cree un vaso comunicante entre unos y otros?
-Seguro que sí. Los políticos son mucho más permeables a lo que pide la sociedad de lo que la gente se cree. Lo que pasa es los problemas se vuelven importantes cuando la gente protesta. Los políticos no viven de espalda a la sociedad. Viven en burbujas. Pero incluso a las burbujas, cuando haces el ruido suficiente, llega el eco de las cosas.

-Es evidente el desencanto con la clase política en España. ¿Cuál es su diagnóstico y su pronóstico al respecto?¿Tiene alguna receta para que la situación mejore?
-Se han juntado varias cosas. Hay una cierta idea de que todos los políticos son iguales, que creo que es injusta. Por otra parte, hay una crisis institucional global. Lo decía Strauss-Kahn, cuando aún era una persona presentable: “la democracia no sobreviviría a un segundo rescate bancario”. Los ciudadanos no perdonarían que no se pusiesen los medios para evitar una injusticia tan evidente como que las pérdidas sean de todos y los beneficios sólo de los bancos. También ha habido muchas torpezas por parte de la clase política. No es de recibo, por ejemplo, que España sea junto con Italia –mire qué ejemplo– el país con más coches oficiales.



-Todos los científicos sociales auguran que las generaciones que vienen van a vivir peor de las generaciones anteriores. ¿Qué nos ha llevado a este pesimismo?
-A esta situación, más que a este pesimismo, nos ha llevado una contrarreforma que se inició en los ochenta. Cuando cae el muro, nace el pensamiento único: la única alternativa posible es el mercado. Un mercado que, por lo menos en Europa, estaba compensando por la necesidad de dar a las clases bajas una esperanza, un sustento y un mínimo de prosperidad para evitar una posible revolución. Con el fin del comunismo, esa necesidad desaparece. Además, la globalización acaba con la fuerza de los movimientos sindicales. Desde que el capital circula con libertad y las personas no, y los puestos de trabajo se pueden mover a cualquier parte del mundo, resulta muy difícil defender los derechos laborales. Esa contrarreforma va a más y nos lleva a un mundo cada vez más desigual.

-Usted mantiene que la crisis la están pagando quienes no la han provocado.
-Sin ninguna duda. La crisis la ha provocado una serie de comportamientos financieros absolutamente absurdos que llevaban a una situación en la que los que corrían los riesgos no asumían las consecuencias. Además, hay un sobrepago. El PIB de España ha descendido un 2-3%. Pero nuestro nivel de vida ha descendido mucho más. La diferencia entre este descenso y el del PIB es lo que nos han estafado.

-Al principio de la crisis se habló de refundar el capitalismo, pero eso se ha olvidado.
-Al igual que los sindicatos compiten localmente contra un problema global, que es la deslocalización, los gobiernos compiten nacional o regionalmente contra un problema global. Al capital le da igual: no bajas los impuestos, se va; no quieres ser un paraíso fiscal, se busca uno… Todos cavamos para que el agua llene nuestro agujero y siempre va a haber alguien que ponga unas condiciones mejores para el capital. En este sistema, estamos condenados a perder siempre, a hundirnos más y más.

-Por lo que apunta, la solución vendría de una mayor gobernanza global. Pero incluso las gobernanzas regionales como la UE se están descomponiendo.
-En Europa se dan los embriones para una gobernanza económica. Pero es un bebé sietemesino. Queda la duda de si hay posibilidad para la reforma o de si esto sólo se reformará cuando implosione, lo cual es algo terrible. A nadie le gustaría llegar a la revolución, pero nos esperan tiempos dramáticos.



-Pinta un panorama muy negro y, sin embargo, se declaraba optimista.
-Soy pesimista en lo global, pero optimista con las pequeñas esperanzas de cambio que van surgiendo.

-Suele hablar de una conspiración del silencio que lleva a pensar que no es posible hacer otra cosa que aceptar los recortes del Estado del Bienestar.
-Siempre te queda la duda. Cuando hablas con la gente del Gobierno te dice que no somos conscientes de la situación, de que si permaneces en el sistema tienes que cumplir sus reglas. Es cierto que el margen de maniobra del gobierno es escaso. Yo  critico no tanto por los recortes en sí como por no repartir la factura entre varios. Entiendo que hay que recortar el déficit, y de una manera drástica, porque la alternativa de una intervención es peor. Pero no entiendo es que las medidas para recortar el déficit no incluyan un impuesto para los más ricos, una fiscalidad más progresiva o un impuesto para el Patrimonio. También se podía haber rescatado a la banca de otra manera. Por ejemplo, haciéndose cargo de sus acciones y de sus consejos de administración. O renunciar a pagar la deuda, como hicieron Argentina e Islandia. Pero incluso sin llegar a esos extremos, había alternativas. Dentro del propio gobierno hubo debate. Lo sigue habiendo. Mucha gente dentro del Gobierno y del PSOE opina que hay que hacer otras cosas, aparte de las que se están haciendo.

-Lo que no se ve, en el actual panorama político, es alguien que tenga al mismo tiempo capacidad de Gobierno y capacidad de aplicar esas alternativas.
-Puede ser. Lo que se avecina es un Gobierno del PP, si no con una mayoría absoluta, con una mayoría muy holgada. La duda es que van a hacer después los partidos de izquierda tradicionales como IU y PSOE o partidos que están surgiendo ahora como EQUO: si van a ser capaces de construir una alternativa en 4, 8 o 16 años. De lo contrario, vamos hacia una italianización: una derecha unida y una miríada de partidos en la izquierda incapaces de gobernar. La socialdemocracia no tiene un modelo alternativo en estos momentos. La tercera vía era una vía muerta. Y la gente, si la alternativa es recortar o recortar, va a preferir votar a los profesionales de los recortes.



-En medio de la última campaña surgió el movimiento 15-M. ¿Por qué en esta fecha, si las condiciones para la indignación existían desde hace mucho?
-Esto se intentó varias veces antes. El 15-M es el triunfo de un montón de gente que lleva muchos años haciendo cosas y fracasando. Probablemente el que haya funcionado tiene que ver con que estábamos en campaña electoral. Aparte, hubo varias gotas que colmaron el vaso: la campaña electoral tan nefasta, los últimos datos de desempleo, el libro de Hessel y nuestra modesta aportación en España con Reacciona. También la existencia de referentes: el norte de África e Islandia.

-¿Qué recorrido le ve? ¿Cree que va a conseguir resultados tangibles?
-Ya los ha conseguido. Aunque se quede en lo que ha sido hasta hoy. Mirando al futuro, la clave de pervivencia del movimiento es la internacionalización. Los problemas que tenemos son globales y no se resuelven porque se les ataca localmente. Pero el 15-M ya lo ha conseguido. La movilización propuesta para el 15 de octubre ya se plantea a nivel europeo. Y el 15-M ha generado esperanza no sólo en España, sino más allá. Durante el mes de mayo, todo el mundo ha mirado a España. Además, es un modelo de protesta fácilmente exportable. Y precioso, y pacífico. Uno de sus mayores logros es hacer planteamientos transversales, que pueden ser compartidos por la derecha y por la izquierda: que no haya corruptos en las listas, que los votos vayan igual, que no gobiernen los mercados. Esos mínimos son muy valiosos. Generan un campo de juego para todos.

-Muchos opinan que los periodistas hemos contribuido a una cierta degradación de la vida pública.
-Mucho menos de lo que los políticos creen. Los medios no pueden ser culpables por reflejar la degradación de la vida política. Lo que degrada la vida política es que los diputados aprueben que con ocho años en el Congreso ya tienes derecho al tipo máximo de pensión mientras que, al mismo tiempo, aprueban el retraso de la edad de jubilación. No que los medios lo contemos.

-¿No cree que hay demasiado espectáculo y demasiada trinchera últimamente?
-Creo que lo ha habido siempre. No lo sé. Es el discurso de algunos políticos, desde luego. Pero creo que el problema no está en quien cuenta las cosas.



-Algo de lo que se habla poco, y que constituye una seria amenaza para la libertad de expresión en este país es la precarización de nuestra profesión, ¿no le parece?
-Es algo terrible. Aquí en España ha habido una situación desastrosa de empleo en la profesión periodística, pero tenemos una sobredimensión de cabeceras. En Chicago, había dos periódicos. Uno ha cerrado y el otro está a punto de hacerlo. Si Chicago puede tener dos periódicos, ¿Cómo es que Granada puede haber llegado a tener cinco? ¿Que alguna desaparezca es terrible porque hay menos puestos de trabajo? Claro. Pero no es un peligro para la información, sino para el gremio.

-La era del periodismo impreso está acabando y está empezando la del digital. ¿Cree que va a suponer cambios importantes para el periodismo?
-Van a cambiar muchas cosas. Para empezar, la estructura económica. El soporte papel es muy caro, y el digital muy barato. Eso hace que ahora sea relativamente sencillo hacer un medio rentable entre una o dos personas. Eso abre la puerta a que existan muchas más voces de las que existían, lo que va a provocar una mayor libertad de información. Y los sitios a donde no lleguen los periódicos llegarán las redes sociales. Lamentablemente, esto es todavía para una minoría, porque el acceso a Internet está generalizado entre los jóvenes, pero no entre las personas mayores. Será más difícil mantener las rentabilidades que existían en papel, lo que llevará a una degradación de los puestos de trabajo, pero, a la larga, será positivo. Digamos que lo que está pasando es malo para los periodistas, pero bueno para los lectores.

Como todo el mundo, Ignacio Escolar tiene un pasado (que él no oculta, por otra parte). Aquí os dejo una muestra de la maldición que arrastra el periodista burgalés. 




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