26 de diciembre de 2011

Un año más - un año menos (obviedades)

Cumplo, en una tarde de pereza tras las comilonas navideñas, el ritual de pasar los datos de la agenda del año que se acaba a la del año que empieza. Es un ritual mecánico, que procuro hacer lo más leve posible. Sería bueno detenerse en las anotaciones, recordar aquella entrevista brillante que hice, aquella excursión a la montaña que me llenó de tanta paz. Pero no puedo, me puede el agobio de las muchas cosas que siento que tengo que hacer. Aún así, siempre surgen de las páginas del pasado las ensoñaciones de los buenos y malos -más de aquéllos que de estos- momentos que trajo con sí este 2011 renqueante.


Los años van pasando deprisa -enésima obviedad en este post lleno de ellas, es cierto- en esta vida que, como me dijo un amigo muy querido "es siempre milicia". El tiempo se distorsiona y cosas que sucedieron hace nada parecen haber perdido todo su brillo en la memoria y cosas que sucedieron hace mucho siguen estando ahí, en primer plano. Unas y otras cargan una mochila no tan pesada como densa, compacta. Cada vez más.


Una mochila de la que no puedo ni quiero deshacerme, pero que a menudo tengo que reordenar. Y, si me pongo a colocar las cosas en cada departamento, me doy cuenta de que ha sido un año bueno. Un año lleno de afectos y amigos. También de trabajo y de momentos de incertidumbre. Un año cargado de miedos y esperanzas en lo personal y lo social (crisis, elecciones, 15M). Un año de pasos definitivos, de cambios fundamentales.



La mujer que tengo a mi lado tiene mucho que ver con esto. Juntos hemos viajado, hemos discutido, hemos pasado tardes memorables y mañanas de desidia. Sobre todo, hemos crecido, alimentándonos el uno del otro.


Un año nuevo tiene que ver con proyectos, ilusiones, esperanzas. No son buenos tiempos para ninguna de estas palabras. Pero es fácil remar a favor de corriente. El temple de las personas se demuestra entonces, cuando hay que apretar los dientes y aguantar el viento y el frío. Los héroes de Conrad y de Stevenson, de Ford y Dumas, el teniente Blueberry y Corto Maltés sabían hacerlo.


Yo ya he renunciado a ser uno de ellos. Probablemente porque antes pensaba que lo que buscaba no existía y ahora pienso que tal vez si existe y lo he encontrado y no tengo que pasarme la vida escapando. Además, como decía Bob Dylan, "era mucho más viejo entonces; soy más joven ahora". Tal vez sea un iluso porque tengo una ilusión. Pero aspiro a defenderla para que no se desvanezca. Espero que vosotros podáis hacer lo mismo en este 2012 que se anuncia, inminente, en el horizonte.


En fin, dejemos atrás la cursilería con buenas canciones. En una mezcolanza un tanto extraña, pero no exenta de sentido, ahí van Vetusta Morla, Bob Dylan -en versión de The Byrds- y Lichis/La Cabra Mecánica. A ver si podéis digerirlo. Es un reto mayor que el de la cena de Navidad.



1 comentario:

Ana Domenech dijo...

Buenas Noches Jota, me ha encantado la reflexión, tienes toda la razón. A seguir llenando la maleta de buenos recuerdos en el 2012. Que seas muy muy feliz con la gente que quieres de verdad Un besazo y Feliz 2012.