10 de enero de 2011

Hermano Cortés

Hubo un tiempo en que creí en la Iglesia. Creo que ahora no podría hacerlo. Al menos, no en cierta Iglesia. No, desde luego, en la Iglesia Católica en la que cree su jerarquía. Sin embargo, no puedo evitar una punzada de rabia cuando la gente exhibe un anticlericalismo trasnochado, de manual de propaganda. Junto a la Iglesia-jerarquía que vemos aquí, en España, dura, inmisericorde, intransigente, nostálgica del nacional-catolicismo, hay otra Iglesia que acoge inmigrantes, que trabaja junto a prostitutas, que hace incidencia política en términos que para muchos serían sorprendentemente progresistas en países como Chad, Brasil, El Salvador... Lo sé porque yo la he visto, he escrito sobre ella, he hablado con sus responsables. Hay una Iglesia que cree que el mensaje fundamental del cristianismo es el amor. Y que cree que sus dirigentes actuales (y otros muchos a lo largo de la historia) lo han traicionado. Como hicieron en su día los fariseos.

Una vez tuve la suerte de entrevistar en Boa Vista, la capital del estado brasileño de Roraima, con Carlo Zacquini, un hermano de la Consolata que llevaba 40 años trabajando entre los indios yanomami (o yanomamo, según el antropólogo de cabecera de cada cual). A lo largo de esos 40 años había denunciado invasiones de su territorio ancestral, puesto en marcha organizaciones de defensa de sus derechos, proyectos de formación profesional y... no había bautizado a ninguno de ellos. Jugando a abogado del diablo le pregunté cual era el sentido de su presencia entre ellos para él, un religioso. Me dijo sin dudar: "Yo creo en las palabras de Jesús: `Vine para que tengan vida y vida en abundancia´".

Al igual que el hermano Carlo, si yo puedo creer en una Iglesia es en una Iglesia que se pone al servicio del hombre. Una Iglesia que cree que "el sábado se hizo para el hombre, y no el hombre para el sábado", como dijo Jesús. Una Iglesia dulce, que acoge, perdona, comprende. Una Iglesia que tiene derecho a decir lo que le parece mal en la sociedad (el lucro excesivo del que se aprovechan unos pocos en contra de muchos, por ejemplo), pero desde la propuesta positiva y el cariño por la gente.

Toda esta larga introducción viene al caso porque hoy visité el blog gráfico de José Luis Cortés, un humorista religioso que con sus viñetas nos habla de esa Iglesia dulce, vital, positiva, madre tan distinta de la que vemos todos los días en los periódicos condenando, descalificando. Una Iglesia que a todos (creyentes, dudantes y definitivamente no creyentes) nos vendría bien. Si un hipotético Jesús viniese hoy a la tierra, me temo que echaría a muchos obispos del templo con cajas destempladas. Ya lo hizo una vez con los fariseos.

En fin, os dejo con la última viñeta de Cortés y con el enlace a su blog, por si os interesa. A mí, sí.

http://blogs.periodistadigital.com/hermano-cortes.php

1 comentario:

jesus dijo...

Una entrada bien interesante.
Al leerla me he acordado de uno de esos de los que pertenecen a esa "otra iglesia", Pedro Casaldáliga.
El obispo tantas veces perseguido que hizo suya la causa de los pobres y que escribió cosas como la que copio aquí. Lo que es una pena es que muchos de esos que critican no hayan podido conocer esa otra iglesia que también existe.

YO ME ATENGO A LO DICHO

Yo me atengo a lo dicho:
La justicia,
A pesar de la ley y la costumbre,
A pesar del dinero y la limosna.
La humildad,
Para ser yo, verdadero.
La libertad,
Para ser hombre.
Y la pobreza,
Para ser libre.
La fe, cristiana,
Para andar de noche,
Y, sobre todo, para andar de día.
Y, en todo caso, hermanos,
Yo me atengo a lo dicho:
¡La esperanza!.