22 de enero de 2011

Postal desde Ecuador - un coche-péndulo en Quito III

Como decía, Ramiro y yo nos volvimos a encontrar en Quito, alguna semana después del incidente de la rata. Por la mañana había tenido lugar una sencilla pero entrañable ceremonia a las puertas del penal en donde permanecían los últimos cuatro campesinos colombianos detenidos por el ejército ecuatoriano de manera totalemente injusta y arbitraria tras el asesinato por las FARC de una patrulla de 13 militares y policías en el río Putumayo.
Allí estaba Ramiro, junto con otros abogados que habían tomado parte en la defensa de los 11 del Putumayo, el obispo de Sucumbíos; Gonzalo López Marañón, un carmelita valiente, buen ejemplo de la opción por los pobres de parte de la Iglesia sudamericana; otros religiosos y voluntarios laicos de la diócesis y, en el centro de todo, cuatro campesinos en cuya cara se reflejaba a partes iguales la satisfacción por su liberación, el horror por los meses pasados en prisión y los días de tortura y la analfabeta y cruel condena de la pobreza, con todo lo que conlleva. Era emocionante ver a aquellos hombres bajos, recios como un tocón de árbol, indefensos y condenados a ser carne de cañón y pensar que, por esta vez, habían escapado de la quema. Daba la sensación de que la justicia es posible incluso en un lugar tan desalmado como el nororiente ecuatoriano, esa especie de Far West latino que yo había conocido durante un par de semanas. Tenía ganas de cantar la Marsellesa, la Internacional, o cualquiera de esos himnos movilizadores que hablan de futuros de pan y libertad para los desheredados.
La ceremonia se prolongó en la casa que la misión de Sucumbíos tenía en Quito. En su jardincito trasero se montó una sencilla pero emocionante recepción para los cuatro liberados en la que brindamos por ellos y por lel triunfo de los derechos humanos. Aunque fuera inusual, era la señal de que la victoria del bien sobre el mal es posible, y permitía soñar en conquistas más importantes y definitivas.
Ramiro y yo, que habíamos entablado una amistad a primera vista, quedamos de acuerdo en que esa noche lo festejaríamos de forma más prolongada, y nos emplazamos para, junto con Jesús, el amigo español al que yo había ido a visitar a Ecuador salir a cenar y a tomar la noche quiteña.

(Continuará, claro. Para amenizar esta nueva espera, les propongo un nuevo interludio musical. Un arrullo ecuatoriano. Una música que intenta hacer bajar a Dios del cielo subiendo a los creyentes hasta él en trance. Una música de los negros ecuatorianos de Esmeraldas, que heredaron de sus antepasados, los fugados de los barcos negreros hundidos en la costa del Pacífico)

2 comentarios:

jesus dijo...

Aceptas sugerencias en la música sobre Ecuador?
Ahí va algo de música ecuatoriana del Valle del Chota, la Bomba. Con toque kitsch incluido:
http://www.youtube.com/watch?v=FT_IxCSOShA&feature=related

cortescarrasbal dijo...

Pues la bomba era el próximo género que iba a entrar en liza, claro.
Gracias por la sugerencia, Jesús.