23 de enero de 2011

Postal desde Bélgica - En los campos de Flandes


A menos de dos horas de Bruselas, la pequeña ciudad de Ypres (Ieper, en flamenco) guarda, además de algunas joyas de arquitectura medieval, una vívida memoria de la Primera Guerra Mundial. Entre 1914 y 1918, murieron en los alrededores de Ypres más de medio millón de personas. Museos, cementerios y ceremonias recuerdan esta masacre de forma conmovedora.
De las piedras de la Menin Gate brotan nombres y amapolas. Sus muros albergan los nombres de 34.984 soldados del Imperio Británico que desaparecieron durante la contienda. Es decir, que murieron, pero cuyos cuerpos, destrozados por la artillería o enterrados bajo toneladas de barro, nunca aparecieron.
Al cabo de un minuto de hipnótica observación, los ojos del visitante ya no distinguen los nombres (procedentes de todas partes del mundo en las que ondeaba la Union Jack: India, Nepal, Irlanda, Canadá, Nueva Zelanda, Australia), pero su espíritu no puede dejar de seguir mirando, intentando hacerse una idea de la magnitud del horror vivido alrededor de Ypres entre 1914 y 1918. Mirada y espíritu se relajan cuando, entre los intersticios de las placas de piedra del memorial encuentran una roja amapola de papel y plástico. Estas amapolas hacen referencia al sencillo pero conmovedor poema del médico militar canadiense John McCrae, En los campos de Flandes, todo un símbolo del sufrimiento que provocan las guerras:  

“En los campos de Flandes / se mueven las amapolas / entre las filas de cruces, / que señalan nuestro sitio. / En el cielo las alondras / cantan, desafiantes pese a todo, / vuelan oyendo apenas los cañones de abajo. / Somos los Muertos. / Hace pocos días vivíamos, / sentíamos el amanecer, /veíamos el brillo del crepúsculo, / amábamos y éramos amados. /Ahora yacemos en los campos de Flandes”. 

Y, para acabar, una canción tan simbólica como el poema de McCrae. Una canción que también habla de soldados y flores: Where have all the flowers gone?, de Peter, Paul and Mary.


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