23 de enero de 2011

Postal desde Ecuador - Un coche-péndulo en Quito (IV)

Ramiro, cumpliendo con su palabra, se presentó esa tarde-noche en la casa de la diócesis de Sucumbíos. Vino en su coche, un pequeño utilitario color azul de baja cilindrada, como luego tendríamos ocasión de comprobar. Le acompañaba una de las abogadas que habíamos conocida esa mañana, una morena de rasgos lejanamente indios, más que aceptablemente atractiva y muy simpática. Desde luego, Jesús y yo estábamos en bastantes peores circunstancias que él, que apareció todavía trajeado después de una jornada de juicios, encuentros y clases en la Universidad.
Yo sufría los últimos estertores (y retortijones) de una diarrea que me había molestado bastante en mi visita del día anterior al bello centro del caso histórico de Quito. Jesús... En fin, lo de Jesús es una historia más larga y también un poco más sabrosa. 
Estaba preparándome para la salida cuando, de repente, había escuchado una voz que me llamaba desde uno de los servicios del vestíbulo de entrada. Era Jesús. Llevaba varios minutos allí encerrado porque... en fin, porque quería cagar y aquello que tenía dentro del intestino estaba tan duro, después de varios días de estreñimiento, que le estaba costando un verdadero esfuerzo sacarlo fuera. Así que, acobardado, detuvo su intento y pidió ayuda.
Esto os sonará raro, quizás, pero el asunto tiene una justificación: meses atrás, una socasión parecida, había acabado produciéndole una hernia inguinal de la que tuvo que ser operado posteriormente. Ahora, temía que el riesgo de que le ocurriese algo similar fuese mayor, pues la cirugía había tenido lugar en una fecha relativamente reciente y los tejidos podían estar reblandecidos. Así pues, Jesús me llamaba para que fuera con urgencia a alguna farmacia próxima a conseguir un laxante que le ayudara a desocupar su intestino con menos esfuerzo y riesgo y con más garantías de éxito. Cumplí con su encargo y, justo cuando él terminaba de aliviarse, llegó Ramiro.
Animoso y extrovertido, no aceptó de ninguna manera las protestas de Jesús acerca de nuestras respectivas crisis digestivas, dijo que estas ocasiones hay que aprovecharlas cuando se presentan y que dejar para otro día nuestra cena de celebración significaría que, seguramente, no llegaría a tener lugar. Además, aseguró que el también tenía el cuerpo revuelto, pues su estómago estaba lleno de gases que de cuando en cuando tenía que evacuar y que no por eso se había echado atrás. Los tres compartiríamos nuestras miserias estomacales con su compañera, que asistía divertida a una escena de la que Ramiro, rompiendo todas las etiquetas acerca de la discrección, le había hecho plenamente partícipe.
Los cuatro, abandonamos, pues, la casa de la diócesis de Sucumbíos en Quito rumbo a una pizzeria en el pequeño utilitario azul de baja cilindrada, como luego tendríamos ocasión de comprobar, de Ramiro.

(Una vez más, la historia se alarga y se alarga sin que yo sepa hacer nada, para evitarlo, así que hago aquí una pausa, espero que la última, antes de relataros en otro post su conclusión. Mientras tanto, para completar nuestro repaso a la música ecuatoriana, y haciendo caso de la recomendación de nuestro común amigo Jesús en su comentario al anterior post de esta interminable historia, os dejo con un poco de bomba, la música afroecuatoriana típica del valle del Chota)

1 comentario:

jesus dijo...

Aunque esta no es tan étnica
http://www.youtube.com/watch?v=Fkcv1iCwsxk
Si no, y aunque no es ecuatoriano (aunque casi de adopción) siempre quedará el gran Piero:
http://www.youtube.com/watch?v=aRpQuEoIh3A