22 de diciembre de 2010

El ángel de la historia y el ángel de la magia

Walter Benjamin hablaba del ángel de la historia. Un ángel al que un viento que sopla desde el Paraíso arrastra indefectible hacia el futuro. El ángel se resiste, y no deja de mirar hacia el pasado, contemplando las ruinas de sucesivas civilizaciones que los humanos vamos dejando detrás de nosotros, osamentas de modos de convivencia presuntamente ideales que pudieron haber sido y no fueron, o que fueron y dejaron de ser.
Estoy seguro, o quiero estarlo (tal vez es la Navidad y su colección de buenos sentimientos y deseos, tan ajados en muchas ocasiones como necesarios siempre), de que, junto a ese ángel de la historia, cargado de terribles buenas intenciones de esas que acaban empedrando el infierno, existe algo así como el ángel de la magia.
Si el ángel de la historia se ve arrastrado por leyes rígidas, inexorables, el ángel de la magia es mucho más libre. Vuela cuándo y dónde quiere. Las trayectorias del vuelo de ambos ángeles no son, pues, coincidentes. A veces, transcurren paralelas; la mayor parte de las ocasiones son divergentes. Sin embargo, en algunas increíbles ocasiones, convergen. Son muy contadas las oportunidades en que ese acercamiento es tan profundo que ambas trayectorias se entrelazan, unen su potencia y dan lugar a acontecimientos únicos.
Bromeaba con mi chica, un poco borracho, especulando acerca de las tres únicas ocasiones en que eso pasará durante la existencia de este mundo. Le decía que la primera fue cuando Adán y Eva se besaron, inventando el amor romántico; que la segunda fue en Navidad, cuando alguien que se supone que es Dios se hizo hombre y con ello nos hizo dioses a todos y que la tercera está por llegar. Cuando suceda, en este mundo habrá definitivamente paz y justicia para todos los seres humanos. Evidentemente, mi leve intoxicación etílica y mi deseo de seguir teniendo su mirada pendiente de un cuento que me iba inventando al mismo tiempo que lo verbalizaba, me hizo recurrir a manidas ideas románticas, viejas reminiscencias de mi en otros tiempos acendrado cristianismo y buenos deseos voluntaristas.
Junto a esas ocaciones realmente únicas en que el ángel de la historia y el ángel de la magia entrelazan sus trayectorías y bailan para nuestra felicidad sobre esta tierra tan castigada y ajada por movimientos telúricos milenarios y el sufrimiento de miles de millones de personas a lo largo de la historia, hay también ocasiones en que sus trayectorias no llegan a entrelazarse, pero sí que se rozan, se cruzan tangencialmente. Por muy leve que sea ese roce, la fuerza que impulsa a los ángeles es tan potente que produce una enorme descarga de energía.
En esos momentos, acontecimientos igualmente preciosos suceden. Mientras iba desgranando alguno de los que para mí son algunos de esos momentos singulares (la carrera de Bob Dylan, las novelas de Vargas Llosa y García Márquez, los ensayos de Camus), contemplaba la mirada y la sonrisa de mi chica y ver que seguía atenta al cuento me hacía sentir feliz, como si el ángel de la magia nos estuviese tocando en ese momento.
En fin, tal vez sea porque los efectos de esa leve intoxicación etílica persisten o porque la fe de mi chica siempre me impulsa a escribir y a buscar lo mejor de mí mismo, el caso es que no me resistí a hacerles partícipes de mi teoría de los dos ángeles. No me digan que no es bonito (sería mejor decir necesario) creer en que existe algo más que un ángel de la historia, ese ángel que ahora mismo condena a tantos a ser triturados en el molino satánico de la crisis permanente de la civilización capitalista, acentuada estos dos últimos años si cabe por la falta de frenos a la codicia y ambición de los pocos en detrimento de unos medios adecuados para la vida honesta de todos. Sé que los tiempos no invitan al optimismo, pero, como decía hoy Ignacio Escolar, siempre se puede hacer algo.

Llevado por tan buenos deseos, les dejo con Dylan y Lennon. Sin duda, dos tipos nacidos de la confluencia de historia y magia. Sirva toda esta digresión como felicitación navideña.



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