11 de diciembre de 2010

Mitología e historia


Llega el fin de semana y vuelven los estudios de Teoría de la Cultura Contemporánea, una fuente de gozos y perspectivas. Ahora el libro en liza es Diversidad cultural y mundialización, de Armand Mattelart. Dentro de él, como en una muñeca rusa, encuentro una perlita de Roland Barthes, una cita de su libro Mitologías:

“Uno de los rasgos constantes de cualquier mitología es la incapacidad de imaginar al Otro. Frente al extraño, el Orden no conoce sino dos conductas, ambas de mutilación: o bien reconocerlo como guiñol o bien desactivarlo como mero reflejo de Occidente. De todas formas, lo esencial es quitarle su historia”. 

Me viene a la cabeza la pobre impresión que tenía Hegel sobre África, a la que, por las características de su gente, creía un territorio en el que era imposible la Historia a no ser que ésta fuese unida a la historia de Europa. Ello era así porque los negros no podrían tener conciencia del Espíritu que guiaba la historia, ya que 

"en los negros aparece como detalle saliente el hecho de que su conciencia no ha cristalizado todavía en puntos de mira de estricta objetividad, tal por ejemplo como los conceptos de Dios o ley".

Esta idea de Hegel, a diferencia de otras, ha sido y es muy popular en nuestra sociedad. Pero es falsa. En África hay y ha habido historia desde mucho antes que en muchos territorios del Occidente civilizado. Hay están los ejemplos del Imperio shongay, en el África Occidental, del reino de Nupe, en la actual Nigeria, que el antropólogo Siegfried Frederick Nadel calificó de Bizancio negro, o la unión ashanti, en actual territorio de Ghana. Estos pocos ejemplos (hay muchos más) son hechos históricos igual que la conquista de América, las guerras napoléonicas o la revolución rusa. Sin embargo, no se estudian en los libros de historia. No se mencionan ni de pasada en los medios de información general. Será, seguramente, algún pequeño descuido de editores, historiadores y periodistas. O, sencillamente, que pese a la supuesta superioridad intelectual de Occidente, seguirmos recurriendo a los mitos y no a la historia a la hora de representarnos el mundo.
En fin, para quitarnos este mal sabor de boca, escuchemos a Salif Keita (descendiente de la casa imperial de Malí) y su tema Africa. Porque los africanos no sirven para la filosofía, pero sí para la música. Eso lo sabe todo el mundo, ¿no?

 

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